Por regla general, se respeta mucho más a una persona bien educada que a una grosera. Más al culto que al inculto. Más al humilde que al arrogante. Más al valiente que al cobarde. Más al ingenioso que al torpe. Más al que sostiene la mirada que al que la aparta. Más al que va limpio y huele bien que al que va sucio y huele mal. Más al que habla con las palabras justas que al que habla por los codos. Más al que sabe escuchar que al que no deja hablar. Más al que viste con elegancia que al que viste inarmónicamente. Más al que escribe correctamente que al que escribe con faltas. Más al que da la mano con firmeza que al que la da blanda. Más al que demuestra serenidad que al que actúa con agitación. Más al que se expresa con locuacidad que al que no sabe expresarse. Más al que camina erguido que al que camina encorvado. Más al que actúa con dignidad y honor que al que actúa indignamente y con deshonra.
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