Cuando una persona abre su corazón a otra y le cuenta sus problemas, pocas acciones son más destructivas en esa comunicación bilateral que, por parte del que escucha, quitarle importancia a dichos problemas. Un fenómeno que, lamentablemente, está muy extendido en nuestros días y que suele manifestarse con frases del tipo:
- Bueno, tampoco es para tanto.
- Eso no tiene importancia, mujer/hombre.
- Creo que estás exagerando.
- Nadie se muere por eso.
- Hay gente que está peor que tú.
- Te comes mucho la cabeza, ¿no?
- Eso nos pasa a todos.
- No entiendo por qué te afecta tanto.
- Venga, que tampoco es el fin del mundo.
- Eso es una tontería, comparado con otros problemas.
Estos comentarios ponen de relieve una falta de empatía (en ocasiones, grave), de consideración, y, sobre todo, de delicadeza. Porque lo que menos necesita alguien que le cuenta sus problemas a otro es que ese otro les quite importancia.
Para cualquier persona que tiene problemas sus problemas son importantes. Siempre.
Lo que cualquiera que tenga problemas necesita, consciente o inconscientemente, es, por de pronto, sentirse escuchado; y luego, comprendido. Y, a partir de ahí, ya se puede establecer un vínculo de empatía y confianza que permita avanzar en la conversación.
Empatía es amor.
Comentarios
Publicar un comentario