Incluso si tenemos las ideas claras y somos personas de principios, en algunos momentos de nuestra vida podemos, legítimamente, dudar sobre si nuestra forma de actuar es la más adecuada o no. Es decir, es posible que después de una reflexión, de un análisis o de una mirada introspectiva sigamos albergando dudas sobre si estamos actuando correctamente o no. Y es que puede haber momentos muy desafiantes o complicados en la vida que pongan a prueba nuestra capacidad de discernimiento. Momentos que nos hagan dudar, en lo más íntimo, sobre lo que es ético, moral o amoroso. Entonces, ¿cómo saber, de una forma genuinamente objetiva, si realmente nuestros actos consumados son los más adecuados o no? ¿Cómo tener la seguridad de si son armoniosos o de si se pueden enmarcar como amorosos? ¿Cómo tener la certeza de que no han lesionando nuestra autoestima? Yo, personalmente, tengo una forma de saberlo que considero infalible. Al menos, a mí me funciona. Y le veo toda la lógica del mundo. Os cuento
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