Mucho ciudado con las dietas bajas en carbohidratos

Coincidiendo con su enorme auge en España, hace 15 años escribí un artículo en mi página web en el que advertía a mis lectores sobre los peligros de la dieta Dukan (una dieta que guarda bastantes similitudes con la Keto y la Paleo). Y luego, dos años después, como una profecía cumplida, escribí otro sobre los daños en la salud que esta dieta engañosa estaba provocando en muchos de sus practicantes, incluyendo algunas personas que terminaron viniendo a mi consulta para solucionarlos.

Ahora, escribo este artículo para advertir a la gente sobre los peligros a medio y largo plazo de las dietas bajas en carbohidratos, que últimamente se han puesto muy de moda. Especialmente, para perder peso.

Conviene señalar que la dieta Dukan fue un gran éxito al principio porque permitía perder peso eficazmente y de una forma relativamente sencilla. Incluso había gente que notaba una mejoría en su salud y en su energía a corto o medio plazo. Sin embargo, a la larga, la que parecía una dieta perfecta terminó siendo muy desequilibrada y perjudicial. Y cientos de miles de personas en todo el mundo pagaron un alto precio por ello. De hecho, hoy en día, ya nadie practica esa dieta.

De la misma manera que durante más de dos décadas se ha promocionado el veganismo más extremo para salvar al planeta, ahora, se están divulgando los aparentes beneficios de las dietas Keto y Paleo (en el polo diametralmente opuesto del veganismo). Unas dietas que condenan o minimizan el papel de los carbohidratos en la alimentación humana y que ensalzan el valor de las proteínas y de las grasas de origen animal (aunque éstas no sean ecológicas).

Respecto a la dieta Paleo, ésta tenía sentido en el Paleolítico, porque se alineaba con la disponibilidad de alimentos, las demandas físicas extremas y la supervivencia a corto plazo en un mundo sin agricultura. Hoy, sin embargo, no tiene sentido replicarla debido a los cambios en el estilo de vida (sedentarismo), la evolución genética (adaptación a nuevos alimentos), las necesidades de longevidad y la falta de equivalencia entre alimentos modernos y prehistóricos.

La dieta Keto, por su parte, que prioriza el consumo masivo de carne y de grasas de origen animal (frente al de frutas, verduras, granos y semillas) tiene estos inconvenientes a largo plazo:

  • Las dietas bajas en carbohidratos pueden mejorar síntomas al eliminar desencadenantes (como carbohidratos refinados mal tolerados), pero no resuelven problemas metabólicos fundamentales, como la resistencia a la insulina.
  • Evitar carbohidratos no mejora la flexibilidad metabólica; al contrario, puede empeorarla al no entrenar el metabolismo de la glucosa, llevando a una atrofia funcional.
  • Cuando se restringen los carbohidratos, el cuerpo recurre a la gluconeogénesis (producción de glucosa a partir de proteínas y grasas), un proceso ineficiente y costoso energéticamente (6 ATP para producir 1 molécula de glucosa que genera solo 2 ATP).
  • Este proceso aumenta las hormonas del estrés (cortisol, glucagón), lo que puede degradar masa muscular, reducir energía y afectar funciones no esenciales como el crecimiento del cabello o la libido.
  • Órganos como el cerebro, glóbulos rojos y músculos bajo esfuerzo requieren glucosa, haciendo que la dependencia de cetonas sea insuficiente y dañina a largo plazo.
  • La falta de glucosa en el hígado limita la conversión de T4 a T3 (hormona tiroidea activa), esencial para regular el metabolismo, lo que puede inducir síntomas de hipotiroidismo (baja temperatura corporal, fatiga).
  • Algunos estudios muestran que dietas bajas en carbohidratos replican efectos de inanición en los niveles de T3, a diferencia de dietas con carbohidratos adecuados.
  • Tras años en cetosis, muchos practicantes de esta dieta pierden masa muscular, fuerza, cabello y libido, y su temperatura corporal puede bajar hasta los 35°C, indicando un metabolismo comprometido.
  • Observaciones de expertos como el Dr. Peter Attia refuerzan que, aunque el peso puede mantenerse, la composición corporal empeora (menos músculo, más grasa).

Por otro lado, llama mucho la atención que prácticamente todos los divulgadores de la dieta Keto o Paleo no mencionan que la carne y la grasa que se consuman deberían ser siempre ecológicos. Porque, si no lo son (en el mundo de 2025), contendrán en mayor o menor medida restos de pesticidas, moléculas transgénicas, restos de fármacos, vacunas, hormonas artificiales y un largo etcétera. Eso sin contar el estrés frecuente al que se ven sometidos hoy en día los animales que son criados industrialmente. ¿De verdad uno puede creer que comer alimentos así a diario no pasará factura a la larga?

Hoy en día, fomentar el consumo de alimentos de origen animal NO ECOLÓGICOS es una forma de conducir a las masas hacia el abismo. Porque los alimentos de origen animal de nuestros días NO TIENEN NADA QUE VER con los que consumían nuestros antepasados.

LO MÁS IMPORTANTE DE TODO

No existe ningún estudio antropológico, ni hay evidencia DE NINGUNA CLASE en toda la historia de la Humanidad, de ningún pueblo longevo (individuos de más de 100 años) y saludable que haya seguido una dieta cetogénica o paleolítica. Absolutamente ninguno.

Los pueblos más longevos y saludables de la historia la Humanidad (hunzas, vilcabambas, abjasios, esenios, tarahumaras, okinawenses y kativanos), TODOS ELLOS SIN EXCEPCIÓN, seguían dietas en las que predominaban los carbohidratos (50-80%) y en las que las grasas (5-25%) y las proteínas (5-15%) estaban en su segundo plano. Y lo mismo podríamos decir de las dietas que siguen los habitantes de las zonas azules (donde vive la gente más sana y longeva) del planeta en la actualidad.

Ahora bien, es esencial subrayar que todos estos pueblos tenían en común que los carbohidratos que consumían eran siempre integrales, ecológicos y de la máxima calidad (no eran carbohidratos refinados). Al igual que el resto de sus alimentos. Y ESO ES LO QUE MARCA UNA GRAN DIFERENCIA respecto de las dietas modernas.

Los pueblos que, por necesidad (por las características de su entorno), han seguido dietas de tipo paleocetogénicas (como los inuit, los masái, los tsimané o los sami) tenían una esperanza de vida entre 35 y 40 años, siendo los más afortunados los que llegaban a los 60 ó 70 años. Y si bien es cierto que la mayoría de ellos podía estar exento de muchas de las enfermedades modernas, eran muy propensos a las infecciones y a los parásitos, factores que tendían a reducir significativamente su esperanza de vida.

Comentarios