Pocas acciones son más demoledoras para la autoestima, y más delatoras de inseguridad, que la búsqueda explícita de validación.
Ejemplo de esto podría ser la siguiente situación:
(Un chef de cocina dirigiéndose personalmente a unos comensales en su restaurante): ¿Les ha gustado la comida? ¿Realmente espera ese chef que los comensales sean completamente sinceros estando él mismo delante? ¿No sería mejor no preguntar nada y simplemente disfrutar de un cumplido espontáneo que surja (si surge) de manera inesperada por parte de algún cliente?
Pero también...
(Una mujer a su pareja, hijo o amiga): ¿No me dices nada de mi nuevo peinado?
(Un adolescente a su novia): ¿Te gusta cómo beso?
(Un empleado que propone una idea a su grupo de trabajo): ¿A que es buena mi idea?
(Un amigo que le entrega un regalo a otro por su cumpleaños): Espero que te guste mi regalo.
(Alguien que invita a unos amigos a su actuación musical): He estado bien, ¿no?
(Un youtuber a su audiencia): Pues espero que os haya gustado este vídeo.
(Una persona que le cuenta algo importante a otra): ¿No crees que tengo razón al decirle lo que le he dicho a Juan?
(En una relación de pareja): Últimamente, ya no me dices que me quieres. ¿Es que ya no te gusto?
(Tras una discusión): Espero que esto que ha sucedido no estropee la imagen que tienes de mí.
(Alguien que se disculpa constantemente): Ay, lo siento, soy un desastre, ¿verdad?
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