Tensión

Así es como se traduce la palabra inglesa stress. La cual, podría ser definida como un estado anímico de excitación, impaciencia, esfuerzo o exaltación. Algo que fácilmente puede volverse patológico, y desembocar en una variedad de enfermedades, si se prolonga en el tiempo.

Podemos decir que una persona vive bajo tensión y, a su vez, bajo la amenaza de la enfermedad, cuando:

  1. Sufre de tensión muscular; especialmente, en cuello, hombros o espalda.
  2. No es capaz de detener su actividad mental aunque se empeñe.
  3. No puede dormir aunque esté muerta de sueño o agotada.
  4. Experimenta ansiedad de forma recurrente.
  5. Le desborda cualquier situación de la vida cotidiana.
  6. Vive los cambios cuesta arriba y encuentra serias dificultades para gestionarlos.
  7. Detiene su actividad pero el desasosiego y la inquietud persisten.
  8. Tiene dolores de estómago, o taquicardia, o tics sin razones físicas que lo justifiquen.
  9. Se irrita fácilmente, incluso si se le trata asertivamente.
  10. Pierde la capacidad de disfrutar y la ilusión por la vida.

Excepto en las situaciones en las que el estrés es por sobrecarga (demasiadas tareas o responsabilidades), detrás suele estar el miedo y los estados de alerta. Por eso, el mejor antídoto para combatirlo es la dis-tensión (relajación). Sin embargo, al comprender que el miedo es un factor subyacente y desencadenante del estrés, será conveniente que la persona potencie su Polaridad Masculina (asociada a la figura del padre) para poder superarlo. Porque la Polaridad Masculina incluye el valor, la confianza y la seguridad. Tres elementos que, si están bien desarrollados, fortalecidos y nutridos en el individuo, difícilmente podrían desembocar en un cuadro de estrés.

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