Esto le sucedió a una paciente mía abogada


A principios del año pasado, vino a mi consulta una mujer abogada por un tema de sobrepeso, el cual se resolvió de forma sencilla y definitiva en poco menos de dos meses. Además, la referida no solo perdió esos quilos de más que le amargaban la existencia sino que ganó mucha vitalidad y autoestima. Con lo cual, estaba encantada de la vida.

Sin embargo, unos nueve meses después volvió a contactar conmigo por un asunto radicalmente distinto.

Me comentaba mi paciente, de nuevo en la consulta, que desde hacía dos meses, por alguna razón que ella no conseguía entender, prácticamente ya no le entraban nuevos clientes, y que el cambio se había producido, como aquel que dice, de la noche a la mañana.

El caso es que después de casi cuarenta minutos de conversación, yo tampoco terminaba de comprender la causa del problema, pero entonces mi intuición me llevó a preguntarle: Por una de aquellas, ¿has hecho algún cambio en tu despacho en los últimos meses? A lo que me comentó que sí, y, precisamente, poco antes de la caída en el número de sus clientes. Entonces, le pedí que dibujara un plano del despacho tal como estaba originalmente y otro con las modificaciones.

(Basándome en esos planos, yo los he redibujado en 3D con mi ordenador para que podáis observarlos claramente y apreciar mejor la diferencia entre ambos).

Con esos planos en mis manos, la causa del problema surgió ante mí con una claridad diáfana. Os lo explico:

En la configuración original, mi paciente estaba sentada de cara a la puerta de entrada a su despacho, lo que simbólicamente significa apertura hacia nuevos clientes. Sin embargo, tal como se aprecia en la imagen de la configuración modificada, con la excusa de que quería disfrutar más de las bonitas vistas de su ventana cuando estaba sola en el despacho, mi paciente decidió reorientar su mesa y su silla, encarándolas hacia la ventana… pero dando la espalda a la puerta de entrada. Lo que simbólicamente significa dar la espalda a nuevos clientes.

Luego, le pregunté: ¿El cambio que hiciste en tu despacho fue posterior a algún estado emocional desagradable? Entonces, ella me contestó: Sí, hice el cambio justo al día siguiente de haber tenido un encuentro muy desagradable con un cliente, el cual me hizo sentir muy humillada con un comentario.

Esta fue mi propuesta: Reconfigura tu lugar de trabajo con la disposición original y luego, sentada en la silla de tu despacho, imagina un encuentro allí mismo con el cliente que te hizo sentir humillada, pero, en esta ocasión, disfrutando ambos de una charla cordial y afectuosa, tomando juntos una infusión. Una charla en la que le expreses tu aprecio sincero más allá de su idiosincrasia y de sus circunstancias, tratando de consolar al niño herido que había dentro de él y a la niña herida que había dentro de ti.

Antes de que hubieran transcurrido dos semanas, mi paciente contactó conmigo para decirme que el flujo de clientes no solo se había restablecido sino que, incluso, había mejorado.

Y que se sentía inmensamente feliz.

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