Un conocido muy amable que sigue habitualmente mis publicaciones en redes sociales me envió ayer un audio por privado en el que me preguntaba lo siguiente: Desde hace algún tiempo, estoy llevando a cabo ciertas acciones que ponen en serio riesgo mi vida. Pero he decidido actuar así por hacer un bien a la Humanidad, por salvar vidas. ¿Cómo puedo saber si esta forma de actuar obedece a un sentimiento puramente altruista o si responde a una falta de autoestima?
Esta fue mi respuesta:
Te invito a que observes cómo te sientes después de emprender esas acciones tan arriesgadas que salvan vidas. ¿Estás en paz? ¿Sereno? ¿Con la conciencia tranquila? ¿Duermes bien por la noche? Y, al mismo tiempo, observa cómo va tu vida. ¿Predomina la armonía? ¿Mantienes tu nivel de salud? ¿Experimentas contratiempos o accidentes? ¿Empeora tu trabajo o el flujo del dinero?
Después de una acción, sigue una reacción. Por consiguiente, el cómo tú te sientes y el cómo está tu vida después de emprender dichas acciones te dará la medida de lo acertado o desacertado que estás en tu camino.
La clave de todo radica en la conciencia y en actuar con genuino amor. Por eso, cuando haces las cosas con plena conciencia y con puro amor, no te importa arriesgar tu vida por los demás. Sin embargo, en otras ocasiones, puede haber gente que arriesgue su vida o que se dé demasiado a los demás como resultado de una baja autoestima. Y en esos casos, lo habitual es que esas personas experimenten emociones de inquietud, desasosiego, o que sufran de insomnio, o que vean mermada su salud, o que experimenten un deterioro sustancial de su calidad de vida.
El actuar con amor y conciencia trae armonía.
El actuar con ego y sin conciencia trae desgracia.
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