A lo largo del tiempo, tanto en el ámbito de mi trabajo como fuera de él, he conocido a algunas personas que llevaban años haciendo terapia y talleres de crecimiento personal, practicando distintas técnicas de sanación, meditación diaria, comiendo saludablemente, tomando suplementos excelentes… y a pesar de todo ello seguían con ciertos problemas de salud o enfermedades que no terminaban de resolverse.
En muchos de estos casos, lo único que les separaba de la curación era, fundamentalmente, tomar una decisión. Una decisión muy importante que iban retrasando con el paso del tiempo, por distintos motivos, o que, simplemente, no se atrevían a tomar.
Efectivamente, podemos quedarnos a las puertas de la curación:
- Por no dejar atrás un trabajo que detestamos, o incluso que odiamos, y abrirnos a la idea de realizar uno nuevo que esté más en sintonía con nuestros gustos y valores.
- Por no poner fin a una relación de pareja muy dañina de la que somos dependientes.
- Por no marcar límites asertivamente a un familiar o conocido que no nos trata con el debido respeto o que nos demanda continuamente mucha atención.
- Por no hacer algo que deseamos hacer con toda el alma.
- Por no permitirnos ser nosotros mismos y expresarnos con libertad.
- Por no salirnos de un guión vital establecido con el que ya no nos identificamos o que ya no nos hace felices.
Y es que, a veces, una única decisión puede suponer la diferencia entre llevar una vida armónica, saludable y próspera o una con problemas de salud, conflictos y frustraciones.
Una única decisión.
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