Se sabe que los egipcios llevan consumiendo pan de trigo desde hace más de quince mil años (nada más y nada menos), pero claro, el pan que ellos consumían no se parece EN NADA al que consume la gente mayoritariamente hoy en día. Ni siquiera son comparables.
Por de pronto, las antiguas variedades de trigo que ellos ingerían, como el kamut, no estaban cruzadas ni manipuladas genéticamente, por lo que aquellas semillas primitivas poseían una gran afinidad biológica con el organismo humano. Sin embargo, cuando una semilla es cruzada, hibridada o manipulada genéticamente pierde afinidad biológica con nuestro cuerpo y éste se defiende contra ella cuando la ingerimos (la considera un cuerpo extraño), activando el sistema inmunitario y generando inflamación y mucosidad.
Por otro lado, los antiguos egipcios sabían perfectamente que para que esas semillas sentaran perfectamente había que fermentarlas primero el tiempo adecuado, para que las bacterias y las enzimas de las mismas (proteasas) pudieran transformar el gluten (proteína compleja) en aminoácidos de cadena corta, los cuales pueden digerirse estupendamente bien.
A esto se añade que aquellos panes, de forma aplanada, casi no tenían miga, por lo que se cocían de manera muy homogénea (tanto por dentro como por fuera), de tal modo que los almidones del grano (difíciles de digerir) también se convertían por efecto del calor del horno en dextrinas (carbohidratos perfectamente digestibles).
Y a todo esto podemos sumar el hecho de que el trigo de los antiguos egipcios era completamente ecológico (como todos los cultivos de aquellas épocas), es decir, que se cultivaba de forma completamente natural, con agua pura y teniendo en cuenta los ciclos de los astros. Además, la harina con la que se elaboraba el pan era completamente integral y no llevaba ningún tipo de aditivos ni de químicos, ni pesticidas ni tóxicos de ninguna clase.
Actualmente, el pan blanco que la mayoría de la gente compra en los supermercados ni siquiera tiene la categoría de alimento. Sólo es un comestible refinado, muchas veces transgénico, cargado de pesticidas y otros tóxicos, que llena el estómago y nada más. Carece por completo de nutrientes, y, por si fuera poco, desequilibra y tiende a enfermar a nuestro organismo.
Por eso, no había celíacos en el antiguo Egipto; y por eso hay millones de celíacos en la actualidad.
Simple y llanamente.
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