En las profundidades del alma

Hace cosa de siete u ocho meses, vino a mi consulta una paciente que había sufrido durante mucho tiempo distintos problemas digestivos (sobre todo, diarreas). Unos problemas que llegaron a condicionar en gran medida su vida cotidiana. El caso es que, cansada de no resolverlos con medicamentos, la referida decidió acudir a un naturópata, el cual le aplicó un protocolo de medicina natural que, muy exitosamente, consiguió eliminar dichos problemas por completo en apenas un mes.

Sea como fuere, el tiempo transcurrió y después de un año los problemas regresaron. No con tanta intensidad como al principio, pero volvieron. Así que esta mujer resolvió acudir a la consulta de un terapeuta, el cual, muy acertadamente, se dio cuenta de que el origen de esos problemas digestivos estaba en un miedo muy profundo. Y lo cierto es que a través de algunas técnicas de relajación y de gestión emocional que le enseñó consiguió reducirlo considerablemente, aunque no lo eliminó por completo.

Fue entonces, meses más tarde, cuando esta señora, finalmente, contactó conmigo.
Podríamos decir que el problema de salud de esta mujer tenía varias capas. El naturópata se enfocó en la primera, es decir, en el plano físico-corpóreo. Mientras que el terapeuta se centró en una más profunda: el aspecto psicoemocional-conductual. Pero había otra capa, aún más profunda. E íbamos a bucear en ella...

Efectivamente, mi paciente sufría de unos problemas digestivos, sobre todo, diarreas. Unas diarreas asociadas a dolores en el vientre. Aunque ella comentaba que el miedo lo sentía claramente en el estómago. Un miedo (lo descubrimos hablando) que le venía de la infancia. Porque, siendo aún una niña muy pequeña, tuvo que oír en innumerables ocasiones los gritos de sus padres cuando discutían y se peleaban. Algo que sucedía con demasiada frecuencia.

A través de un viaje cuántico guiado por mí y en un estado de plena conciencia, viajamos al momento de su nacimiento. Y, a partir de ahí, reconstruimos paso a paso, mental y emocionalmente, esa infancia pero con una versión de padres muy amorosos que se respetaban profundamente como pareja, y que cuidaron a esa niña con un amor genuino, omnipresente y cotidiano. Por lo que, en aquel momento, se abrió una nueva línea de tiempo que reconfiguró por completo el presente de mi paciente.

Después de unos ocho meses, ese temor persistente anidado en el estómago de mi paciente ha desaparecido por completo. Y desde hace dos meses, por primera vez en su vida, tiene una pareja que la respeta.

Nosotros, los seres humanos, somos, literalmente,
los dioses creadores de nuestra realidad,
de nuestro universo cuántico.
Y cuando esa creación está gobernada
por la mente consciente (no por el inconsciente)
y por el corazón,
la vida se transforma
y se vuelve progresivamente grata, dulce y saludable.

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