Cuando el emocional domina al mental

Si uno se fija bien, se da cuenta enseguida de que los poderes fácticos de nuestra sociedad recurren sistemáticamente a las emociones, y no a la razón (ni al intelecto, ni a los argumentos sólidos y coherentes), para dirigir o manipular a las masas. De hecho, algunas marcas de empresas multinacionales han adquirido una gran fama mundial por sus campañas publicitarias tan eficaces como intensamente emotivas. Y de esto podemos deducir, fácilmente, que lo emocional tiene mucho más peso en el ser humano que lo racional. Sobre todo, si ese ser humano es un niño o un adulto demasiado infantil.

Partiendo de estas premisas, podemos observar que muchos adultos se dan cuenta de aquello que les conviene (racionalmente) en un momento dado, sin embargo, a la hora de poner su empeño para lograrlo, sus emociones les dominan, les sabotean y le impiden alcanzar sus objetivos. Sin que la mayoría de ellos terminen comprendiendo qué es lo que sucede.

Cuando las emociones dominan sistemáticamente nuestra parte racional, y la condicionan, la subyugan o la anulan, se debe a que dentro de nosotros habita un niño herido, traumatizado o con carencias, es decir, con conflictos no resueltos. De ahí la importancia, y la conveniencia, de sanar dichos conflictos asociados a la infancia. Para que ese niño pueda crecer y madurar. Para que se haga adulto. Y para que en él puedan convivir equilibradamente, la parte racional y la emocional.

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