Enfermedades autoinmunes y autoagresión

El sistema inmunitario es como un ejército cuyos soldados tienen la misión primordial de defender la integridad territorial de nuestro cuerpo de agresiones externas e internas. Sin embargo, el modo en que se comporte ese ejército dependerá en gran medida de cómo se comporte su general, es decir, nosotros mismos.

En condiciones normales, la labor de nuestro ejército (el sistema inmunitario) se llevará a cabo adecuadamente. Sin embargo, si el general no es hábil en su estrategia, o es débil, o está dominado por el miedo o le falta valor o madurez, entonces podría suceder que los soldados se corrompieran y terminaran peleando entre ellos, o incluso atacando a la población civil (es decir, a nuestras propias células), en vez de repeler o neutralizar a los enemigos hostiles, ya sean extranjeros (bacterias, gérmenes...) o autóctonos (células cancerosas, por ejemplo).

Dicho esto, y remitiéndome a mi propia experiencia profesional, he podido comprobar que una enfermedad autoinmune puede manifestarse, por ejemplo:

  • En una persona que persiste en un hábito muy dañino prolongadamente. Por ejemplo, ingerir a diario comida ultraprocesada.
  • En un adulto que depende económicamente de otro durante años, ante el cual se somete, en contra de sus deseos, por pura necesidad.
  • En alguien que vive una situación muy conflictiva (con un familiar, pongamos por caso) y que no gestiona asertivamente, desgastándole física, mental y emocionalmente.
  • En gente que experimenta una profunda adicción al trabajo en detrimento de su propio descanso y equilibrio personal.
  • En un individuo que constantemente hace sacrificios, incluso extremos, para contentar, ganarse la validación u obtener una retribución emocional de un tercero.
  • En un ser humano que se obsesiona persistentemente por mantener una relación de pareja que ya está agotada o que simplemente no es factible porque la otra parte implicada no acompasa su deseo.


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