Dime con quién andas...


A lo largo del tiempo, he podido comprobar un patrón que se repite de una persona a otra y es la relación de semejanza que existe entre un ser humano y la gente de la que se rodea habitualmente. En realidad, no es algo que yo haya descubierto, ya que los hispanohablantes contamos con un refrán que lo explica perfectamente desde hace siglos: Dime con quién andas y te diré quién eres.

Desde luego, si yo miro atrás y observo detenidamente las distintas etapas de mi vida, compruebo, efectivamente, que este refrán de marras se cumple a la perfección, pues veo claramente que yo, en cada una de esas etapas, era, más o menos, una mezcla de las personas con las que más me relacionaba. Es decir, que yo tenía en mi personalidad algo de todos ellos; y ellos algo de mí, recíprocamente.

Darse cuenta de esto podría llevarnos a una reflexión: ¿Me siento satisfecho de relacionarme con la gente que me rodea habitualmente? ¿Qué me aportan? ¿Qué les aporto yo a ellos? ¿Suman en mi vida? ¿Restan? Y si, por ejemplo, aspiro a tener una vida más armoniosa, más saludable o más próspera, ¿quizá me convendría replantearme con quién me estoy relacionando actualmente?

Desde mi ámbito profesional, puedo confirmaros que una gran parte de los problemas de salud (y de otros tipos) que tienen los seres humanos surgen de los conflictos que se derivan de sus relaciones con los demás. Y, a veces, esos problemas de salud terminan, incluso, costando la vida; os lo aseguro.

Por eso, me parece inteligente elegir sabiamente con quiénes nos relacionamos en cada momento de nuestra vida. Porque esas relaciones, inequívocamente, tendrán una repercusión y un impacto en nosotros. Para bien o para mal.

Si eliges relacionarte frecuentemente con gente más despierta, más próspera, con más salud que tú o con unos valores más elevados que los tuyos, por ejemplo, esas relaciones tenderán a influir en ti y en tu vida de forma muy positiva, tirando de ti hacia arriba, por así decirlo. Pero si la gente que te rodea habitualmente se regodea en la mediocridad o en el fango, carece de ética o de moralidad, si le falta autoestima o si cabalga diariamente a lomos del conflicto, entonces, lo más probable, es que termines convirtiéndote en un reflejo de ellos.

Lo he visto tantas veces...

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