Por regla general, tanto los psicópatas criminales que hemos visto en las películas como los que existen en la vida real comparten muchos denominadores en común. Por ejemplo, una gran capacidad para causar dolor y sufrimiento a otras personas sin experimentar remordimientos de conciencia ni (en algunos casos) arrepentimiento.
En todos ellos, además, subyace otra semejanza, que forma parte de la raíz de su trastorno: un grave y profundo conflicto con la figura de la madre. Un hecho que habitualmente va unido a episodios de abusos, humillaciones o maltratos de diversa índole sufridos en la infancia (a veces, provocados por la propia madre; otras veces, no). Y conviene aclarar que cuando digo grave y profundo conflicto con la figura de la madre me estoy refiriendo, por ejemplo, a una madre que nunca se conoció, o que estuvo ausente, o que era muy exigente, o tiránica o cruel; por ejemplo.
La madre representa, encarna y transmite la Polaridad Femenina, la cual va asociada en el ser humano (hombre o mujer) a la dulzura, la amabilidad, la delicadeza, la empatía, la comprensión, el respeto… Por consiguiente, si un niño pequeño crece despojado de esos atributos, y si a eso le sumamos el haber vivido episodios muy intensos y repetidos de abusos, humillaciones o agresiones la resultante final puede ser, en muchos casos, un ser adulto lleno de rabia, odio o resentimiento y potencialmente capaz de causar un gran dolor y un gran sufrimiento a la Humanidad.
Al final, después de este breve análisis, podemos deducir la enorme importancia de la figura de la madre en la vida del ser humano. Y el papel que desempeña la mujer (genuinamente conectada con su Polaridad Femenina) en la sanación de una sociedad mayormente decadente y embrutecida, como la actual. Un papel, a todas luces, fundamental.
Imprescindible.
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