Enfermedades femeninas y conflictos de género

 
Existen enfermedades y afecciones que, por razones obvias, sólo pueden padecer los hombres, como por ejemplo una prostatitis, o un cáncer de testículo. E, igualmente, existen enfermedades y afecciones, o achaques, que sólo pueden padecer las mujeres... por su propia condición femenina.

Las enfermedades o afecciones femeninas ponen de manifiesto que la mujer ha experimentado alguna clase de dolor o de sufrimiento en su parte femenina (pechos, útero, vagina, ovarios...). Y cada síntoma nos habla, de forma elocuente, sobre la naturaleza del conflicto subyacente.

Actualmente, hemos llegado a creer que, a fuerza de padecerlos durante mucho tiempo, ciertos achaques son naturales; cuando, en realidad, no lo son. Por ejemplo, hoy en día se da por sentado que un parto es algo necesariamente muy doloroso. Sin embargo, ninguna hembra de mamífero salvaje pare con dolor. También se piensa que el que a una mujer le duela la menstruación es algo natural, cuando no lo es. Puede ser algo muy habitual, efectivamente. Pero no es lo mismo habitual que natural.

Por otro lado, es fácil que una mujer pueda experimentar dolor menstrual, cuando, por ejemplo:
  • Una adolescente tiene que escuchar de su padre algo como: A tu hermano le compro una moto y a ti no porque eres chica.
  • Una secretaria tiene que soportar el acoso frecuente de su jefe.
  • Una mujer madura experimenta el rechazo o la indiferencia diaria por parte de su marido, que ya no la encuentra deseable.
  • Una mujer que desea tener hijos mientras que su pareja no.
Todo esto duele. Y duele en lo más profundo: en las entrañas.

Cuando conflictos de este tipo se intensifican o se repiten de forma constante también pueden derivar en una enfermedad muy extendida hoy en día, como es la endometriosis, la cual puede resultar tremendamente dolorosa, e incluso incapacitar temporalmente a una mujer para las tareas más comunes. Una afección asociada a un deseo consciente o inconsciente de procrear, pero, sea como fuere, insatisfecho.

Otras veces, las enfermedades femeninas adquieren matices distintos: la mujer se vuelve hipersensible y vive repetidas situaciones que le causan gran dolor, malestar o sufrimiento. Entonces, puede llegar a padecer otra enfermedad muy común: la fibromialgia.

A menudo, la mujer tiene que hacer frente a una gran sobrecarga. Por ejemplo: lidiar con un trabajo exigente compaginándolo con otro como ama de casa, o de cuidadora de niños, algo que también puede resultar agotador. No es de extrañar que el eje central de su cuerpo se resienta y sufra de dolores de espalda.

También puede suceder que la mujer tenga que hacer frente a un conflicto de gran envergadura, como una violación, un abandono al que subsigue un desamparo o una muy mala noticia que le da un médico, por ejemplo, que es estéril. Acontecimientos tan traumáticos como imprevistos que pueden derivar con el paso del tiempo en, por ejemplo, enfermedades de envergadura. Sobre todo, cuando estos episodios se viven en soledad, con un gran impacto emocional y reprimiendo prolongadamente ciertas emociones.

Comoquiera que sea, la mujer puede vivir hoy en día toda una larga serie de situaciones conflictivas que le repercutan desfavorablemente, sacudiendo violentamente su parte más íntima. Algunas de ellas, constituyen verdaderos desafíos que pueden aflorar en el momento más inesperado y que pueden afectarle sobremanera. Sin embargo, aunque los seres humanos no elegimos conscientemente vivir ese tipo de situaciones (simplemente, nos encontramos cara a cara con ellas), sí que podemos elegir en cada momento cómo vivirlas. Es decir, podemos elegir cómo nos las tomamos. Podemos elegir la actitud, constructiva o destructiva, con la que las vivimos. Y eso, en última instancia, es lo que marcará la diferencia entre que unas mujeres enfermen o sigan sanas; siendo que tal vez, unas y otras, vivan situaciones muy semejantes.

Comentarios