Hace unos años, una amiga mía y su marido se separaron en un momento en el que tenían una hija de seis años y un hijo de nueve. Él se instaló provisionalmente en casa de su madre.
Cuando habían transcurrido unos pocos días desde la separación, Alba, la cría, estaba jugando en el salón con los muñequitos de su hermano (los clics de Playmobil) y mi amiga se encontraba con el ordenador, atendiendo un asunto de trabajo.
De vez en cuando, oía a la cría ponerle voz a los muñequitos con mucha emoción, como en una especie de representación teatral: Quiero que volvamos a estar juntos..., Te perdono porque te quiero..., Tengo ganas de volver a verte..., Y yo de abrazarte..., pero no le dio mayor importancia, pues estaba muy enfocada en su tarea.
Esa misma noche, el marido de mi amiga le llamó por teléfono y le dijo que la echaba de menos y que quería volver a casa. A lo que ella le dijo, textualmente: He reflexionado y creo que lo que hiciste perfectamente podría haberlo hecho yo, así que te perdono. Él le contestó: Tengo ganas de volver a verte, cariño. Y ella, finalmente, añadió: Y yo de abrazarte.
Después de la conversación, el marido de mi amiga regresó a casa con ella, abrazándose ambos apasionadamente al reencontrarse. Y ya en la cama, poco antes de dormirse, a ella le vino a la mente como un flash. Entonces, se levantó, fue al salón y vio allí, todavía, los muñequitos con los que había estado jugando Alba.
Había un muñequito hombre con un teléfono en la mano abrazado a una muñequita mujer con otro teléfono (los había confeccionado la propia cría con unos pequeños trozos de cartulina). Entonces, aunque no había caído en la cuenta anteriormente, recordó algunas de las frases que había estado pronunciando la cría con gran entusiasmo y se quedó petrificada. ¡Porque coincidían casi exactamente con las que habían pronunciado ella y su marido en la conversación de hacía un par de horas! Lo que significaba que la cría, sin ser consciente, había llevado a cabo una especie de constelación familiar cuántica tan magistralmente que había alterado el campo cuántico familiar.
El caso es que esto, que puede parecer increíble, no lo es tanto cuando uno comprende cómo funciona la Cuántica y las Constelaciones Familiares. De hecho, algunos terapeutas utilizan muñecos para realizar ajustes del campo cuántico, y con excelentes resultados. Pero no deja de sorprender que una cría de seis años fuera capaz, aunando mente, intención y emociones, de propiciar un reencuentro amoroso entre su madre y su padre separados.
Y más aún, que lo lograra con tanta rapidez.
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