Ansiedad


Según mi propia experiencia en consulta en las últimas dos décadas, la ansiedad es, con diferencia, una de las afecciones psicoemocionales más habituales en la gente, y tanto en hombres como en mujeres.

Al mismo tiempo, es uno de los trastornos cuya causa parece generar grandes incógnitas, incluso en profesionales de la salud. Sin embargo, la ansiedad no entraña ningún misterio cuando se analiza desde la raíz.

Ansiar significa, literalmente, desear algo bajo un estado de ánimo de agitación, angustia e inquietud.

Partiendo de esta base, los seres humanos podemos desear dos tipos de realidades: lo que no somos y lo que no tenemos. Por ejemplo, una casa más soleada, juventud o un trabajo mejor remunerado. Pero no deseamos lo que ya tenemos o lo que ya somos. Por ejemplo, yo no deseo ser español si ya soy español. Yo no deseo ser alto si ya soy alto. O yo no deseo vivir junto al mar si ya vivo junto al mar. ¿Me explico?

La ansiedad, es decir, ese deseo agitado y angustioso surge cuando un ser humano experimenta la necesidad de alcanzar algo que considera o siente que es muy necesario o importante pero en el transcurso del tiempo ese algo no llega. Es entonces cuando el deseo se convierte en ansiedad.

La ansiedad suele ir acompañada de una sensación de vacío. Y el vacío es lo opuesto a la plenitud. En consecuencia, podríamos decir que el antídoto de la ansiedad es llevar una vida lo más plena posible. Por otro lado, pleno (lleno) es lo opuesto a vacío.

Y llegados a este punto, cabe preguntarse, ¿qué hace falta para tener una vida con plenitud y sin ansiedad?

Pues, básicamente, dos cosas. Es decir, las dos cosas que más plenitud proporcionan al ser humano: ser uno mismo y hacer lo que uno desea hacer libremente (se sobreentiende que sin hacer daño a nadie). Lo explico:

Te sientes pleno cuando te permites ser tú mismo en cada momento de tu vida, cuando te expresas de acuerdo con lo que genuinamente eres, sin disfraces, sin dobleces, dando forma y realidad a lo que piensas y a lo que sientes; cuando te muestras ante ti mismo y ante los demás con autenticidad. Y, al mismo tiempo, te sientes pleno cuando llevas la vida que deseas llevar con la mayor libertad posible. Es decir, cuando, por ejemplo, te entregas a un trabajo que amas y que disfrutas, cuando compartes una vida social y tienes unas relaciones satisfactorias, cuando te sientes conectado con la prosperidad y la abundancia. Y así, con cada aspecto y área de tu vida.

Evidentemente, será difícil que no tengas ansiedad si llevas años en un trabajo que detestas, mal pagado o en el que te oprimen. O cuando te aferras a una relación dañina en la que ya no disfrutas o que está marcada por desencuentros cotidianos que se repiten sistemáticamente.  O cuando permites que otros condicionen tus decisiones sin ponerte en tu sitio. O cuando te resignas a llevar una vida con conflictos que no terminan de resolverse.

En estas situaciones, y en otras tantas, es completamente lógico y normal que un ser humano experimente ansiedad. Porque su ser anhela, como agua de mayo, que la realidad cambie y se transforme… pero uno se da cuenta de que el tiempo va pasando y que esa ansiada realidad nunca llega.

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