"Tú no necesitas a los demás para nada".

 

¿Tendría sentido que un ser humano nos dijera que no necesita respirar para vivir?

Por supuesto que no, porque, de hecho, necesitamos respirar para vivir. Igual que necesitamos el Sol o el agua. No es que dependamos de ellos, es que los necesitamos. El verbo necesitar no tiene ninguna connotación negativa cuando se refiere a una realidad sin la cual no podríamos existir (sin aire, sin agua, sin Sol, sin afecto, sin amor…).

Ahora, fijémonos en cómo se han organizado los seres humanos desde que surgimos como especie en el planeta Tierra: primero, en pareja (para reproducirnos); luego, en familia (con la descendencia de esa unión de pareja; y a continuación, en tribus (todos los individuos que conforman la comunidad). De hecho, todos los grupos humanos indígenas, a fecha de hoy, y después de cientos de miles de años, siguen agrupándose en parejas, familias y tribus. Y esto sucede porque los seres humanos somos animales gregarios, es decir, que vivimos de forma natural y espontánea en manadas, al igual que los lobos, los búfalos, los elefantes, los primates...

No es por casualidad. Ni por capricho. Simplemente, si eres un animal, tienes muchísimas más probabilidades de sobrevivir estando en grupo que estando solo o simplemente en pareja. Por otro lado, la unión con los demás a través del grupo o de la tribu nos equilibra, nos nutre (mental y afectivamente), nos enriquece, nos fortalece y nos dignifica.

Creer que los seres humanos no necesitamos a nadie para prosperar, evolucionar, desarrollarnos y vivir plenamente es una idea envenenada y perversa concebida para fomentar el aislamiento y el distanciamiento social entre los individuos. A fin de cuentas, los hechos demuestran que nos necesitamos los unos a los otros para todo. Incluso si tú fueras un empresario exitoso hecho a sí mismo, no podrías vivir de tu negocio a menos que tuvieras clientes, o a menos que contaras con transportistas para distribuir tus productos, o a menos que un país productor suministrara petróleo al tuyo, para que los transportistas pudieran circular con sus camiones.

La humanidad siempre se ha basado en la interdependencia individual y grupal. De tal forma que todos dependemos de todos para algo. Y todos nos necesitamos para algo.

La dependencia o la necesidad son dañinas cuando se polarizan hacia los extremos o cuando se convierten en fenómenos contra natura. Por ejemplo, cuando un hijo de cuarenta años depende de la pensión que cobran sus padres para mantenerse. O cuando una persona adulta necesita que el estado le diga qué es lo correcto o no, o qué es verdad y qué no.

La gran asignatura pendiente que tiene la Humanidad en estos momentos es hacer frente a la división y a la polarización que nos separa a unos de otros. Sobre todo, porque en el momento presente nos enfrentamos, individual y colectivamente, al mayor desafío de nuestra historia. Un desafío de tal magnitud y calado que requiere la unidad de todos. Porque nos va la vida en ello.

Literalmente.

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