La depresión: un conflicto con la figura paterna.

 

En la propia palabra depresión se encuentra el principio lógico que nos permite comprender en profundidad el trasfondo de esta afección psicoemocional.

Depresión es, literalmente, falta de presión.


Por ejemplo, cuando una caldera de calefacción pierde presión el agua caliente no llega a los radiadores y éstos no pueden calentar la casa. Ahí, la falta de presión es la falta de fuerza. Y la falta de fuerza es la que nos lleva a no poder realizar una tarea normalmente. Sin embargo, esa falta de fuerza puede ser real o imaginaria, es decir, uno puede, efectivamente, no tener fuerza suficiente para desempeñar una tarea o puede creer que no la tiene pero sí tenerla en realidad. Aunque en cualquiera de ambos casos el resultado es el mismo: no poder llevar a cabo la tarea.
 

Efectivamente, en el inconsciente del deprimido resuena una frase silenciosa y contundentemente: No puedo, o No soy capaz… y por lo tanto me deprimo.


Lo contrario de la depresión es el empuje, la fuerza, el avance a pesar de los obstáculos, la confianza (Yo puedo, Yo soy capaz).

Empuje, fuerza, avance, confianza, determinación, coraje… todos ellos son atributos de la Polaridad Masculina, la cual es encarnada y representada por la figura del padre en la vida del ser humano. Por consiguiente, para sanar (sanar es curar desde la raíz y para siempre) la depresión es imprescindible realizar un trabajo de reconciliación con la Polaridad Masculina, y, por ende, con la figura del padre.


Por eso, cualquier persona que sufre una depresión y toma un rato el Sol experimenta automáticamente un alivio. 


Porque el Sol representa a El Gran Padre en los cielos de la Madre Tierra.

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