Carmen y los intermitentes

 

Calculo que unos quince años atrás, más o menos, una conocida mía, representante de una importante marca comercial, sabedora de mi afición a descodificar situaciones conflictivas, me comentó en una conversación telefónica que le estaba ocurriendo desde hacía tiempo algo muy pero que muy extraño. Concretamente, que se le estropeaban los intermitentes de su coche cada dos por tres.

...esto no es normal. He llevado el coche a tres mecánicos diferentes en un período de más de dos años y los intermitentes siempre terminan estropeándose o fallando más pronto que tarde. Es como una maldición. Se lo conté al último mecánico y me dijo que no había visto nada igual y que no tenía explicación.

 
Cuando terminamos la charla, me quedé pensativo y conjeturando, pero fue en una siguiente conversación con Carmen cuando, por fin, lo comprendí todo.


Recuerdo que en esa siguiente conversación que mantuve con ella, como en otras varias que había tenido en el pasado, experimenté una sensación de cierta incomodidad atendiendo una larga explicación que ella me estaba dando pero ante la cual yo no conseguía comprender adónde quería llegar. Entonces, le dije: Carmen, disculpa. Te estoy escuchando muy atentamente, con mis cinco sentidos, pero no consigo comprender por dónde vas. Me pierdo.
Carmen, un tanto frustrada, y como enfadada consigo misma, me contestó: ¡Caray, otro que tal! No sé qué me pasa últimamente. Ya sois varios los que me habéis dicho cuando hablo que no sabéis  por dónde voy, o que os perdéis o que no sabéis por dónde voy a tirar. ¿Os habéis puesto todos de acuerdo?.


Entonces, después de iluminarse una bombilla dentro de mi cabeza, le comenté: Tu coche es un reflejo de ti misma. Una proyección fiel y exacta. Los intermitentes sirven para indicar a los que van detrás de nosotros, siguiéndonos, por dónde vamos a girar, o “tirar”, más coloquialmente. Por eso, tus intermitentes fallan y terminan estropeándose a pesar de que mecánicos cualificados los arreglan, porque los que te siguen en tus conversaciones no saben por dónde “tiras”. ¿Ves el paralelismo?.


Se hizo un silencio prolongado y nuevamente incómodo, que rompió Carmen al cabo de unos segundos: Sí… la verdad es que… tiene sentido.


A lo que yo añadí: Si mi teoría es correcta, y tengo la certeza de que lo es, el problema con tus intermitentes desaparecerá definitivamente en cuanto tomes conciencia de ese problema en la comunicación con los demás y lo soluciones.

¿Crees que podrías ayudarme?, me preguntó.

Sí, claro; con mucho gusto, le respondí.


Al cabo de unos meses, Carmen me llamó para comentarme un asunto de trabajo. Estuvimos charlando casi una hora. Y todo lo que me explicó me quedó sobradamente claro; diáfano. Y, al final, le pregunté:

Por cierto, ¿cómo vas con tus intermitentes? 

Hasta ahora, todo bien. Funcionan perfectamente, me contestó complacida y con un tono de voz muy sonriente.

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