Dulce

 

Una pregunta que me hace mucho la gente es qué dulces son los más saludables.


Si la pregunta incluye la palabra saludable, entonces la respuesta es breve. Dulces genuinamente saludables, e incluso medicinales, se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos. Básicamente, las frutas de temporada, las bayas, la miel y los dátiles; y pare usted de contar (no cuento las castañas ni la calabaza ni el boniato porque para comerlos hay que cocinarlos). Es decir, esos son los dulces puros, los que encontraríamos tal cual en la Naturaleza, los que podríamos comer directamente. Prácticamente, todos los demás son el resultado de un proceso de extracción o manipulación, como los siropes, las mermeladas o el azúcar panela, por ejemplo.


Otra manera simple de saber si un dulce es verdaderamente saludable es preguntándose: ¿Podría tomarlo si tuviera una gripe sin que obstaculizara mi proceso de curación? Y ahí, volveríamos al punto anterior: si estuvieras con una gripe en la cama podrías tomar fruta, miel (con una infusión, por ejemplo) o sopa de calabaza. Pero no sería apropiado que tomaras unas tostadas con mermelada, o un trozo de bizcocho o unas galletas de avena, por ejemplo.


Con esto no quiero dar a entender que una mermelada ecológica, un bizcocho elaborado con espelta integral o unas galletas de avena artesanales sean perjudiciales. No, no es eso. Yo he hablado de dulces puramente saludables y medicinales. Y las galletas de avena, el bizcocho o la mermelada no son medicinales.


Por otro lado, me parece saludable tomar fruta a media mañana o para merendar, y tomarla con cierta frecuencia pero no en grandes cantidades. La fruta es el mejor dulce que puede tomar un ser humano. Y cuando se come de la manera correcta es medicinal.


He podido comprobar muchas veces en mi consulta que la gente que come habitualmente fruta no suele sentir pulsión por el dulce. Y, por contra: la gente que siente pulsión por el dulce come poca o ninguna fruta. Asimismo, también he podido constatar en repetidas ocasiones que, por lo general, cuanto más dulce es una persona menos pulsión por el dulce siente; y cuanto menos dulce es, más le tira el dulce.


En fin, son las cosas que tiene vivir en un universo cuántico: esas curiosas y mágicas correspondencias entre los distintos planos de la realidad.

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