Hace cosa de cinco años, en uno de mis talleres de alimentación, tuve una alumna treintañera que me envió un correo electrónico seis meses después del taller. Me decía:
Hola, Carlos, he estado padeciendo candidiasis vaginal desde hace tres años con alguna mejoría puntual pero sin desaparecer del todo. Sin embargo, desde que terminé el taller de alimentación que tuve contigo puse en práctica las pautas que nos recomendaste y milagrosamente la candidiasis desapareció por completo en cuestión de días, y así he estado casi seis meses. Sin embargo, hace unos días empecé una relación con un chico y me ha vuelto, aunque no tan intensamente como en el pasado. ¿Puedes decirme algo?
Mi respuesta: Hola, Xxxxxx. Al poner en práctica cambios importantes (y a mejor) en tu alimentación los síntomas remitieron por completo durante un tiempo, dándote la apariencia de estar completamente curada, pero, en realidad, el conflicto que te había provocado la candidiasis no lo resolviste, por lo que esa relación lo reactivó, y dicho conflicto, a su vez, la enfermedad, que, simplemente, estaba como adormecida.
Entonces, ella me responde: Creo que tengo un conflicto con los hombres y puede que también tenga que ver con mi padre.
Y finalmente, le contesto: Coincido contigo. Todo apunta en esa dirección.
Es un caso, de tantos que he podido observar a lo largo del tiempo, en el que puede comprenderse fácilmente que una cosa es remisión de síntomas y otra muy diferente es curarse para siempre.
La curación definitiva implica, necesariamente, sanar el conflicto que desencadena la enfermedad.
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