Elogiar con el corazón

 

Vivimos en una sociedad en la que la crítica está a la orden del día, porque incluso se fomenta desde las instituciones públicas y los medios de masas. La crítica, sí, pero no el elogio. Es decir, con mucha facilidad se resalta aquello que no nos gusta de la gente pero, contrariamente, cuesta reconocer, sobre todo, públicamente o a la cara, aquello que nos agrada o satisface de los demás.

El elogio consiste, básicamente, en manifestar el aprecio o la admiración por algo o por alguien, poniendo de relieve sus cualidades o méritos. Es una forma de reconocer al otro, de valorarle, de generar empatía, de motivarle y de crear con él vínculos afectivos. Por todo ello es tan importante saber hacerlo y hacerlo de la forma más adecuada.

Lo más habitual es que, cuando se hace, se elogie a los demás mediante etiquetas o atributos. Por ejemplo: Juan es muy listo, o Eres una mujer muy bella o Cocinas los canelones de maravilla. Sin embargo, hay algo aún mejor: elogiar con el corazón. Es decir, poniendo el énfasis en lo que sentimos en vez de en las etiquetas.

Por ejemplo:

  • Me asombra tu capacidad para resolver ecuaciones de cabeza.
  • Me encanta tu estilo a la hora de vestir.
  • Se me cae la baba al ver la educación que tiene tu hijo.
  • Me derrite la dulzura con la que me hablas por teléfono.
  • Me llena de alegría el interés que te has tomado en mi proyecto.
  • Me entusiasma observar la paciencia con la que tratas a tu hermano.

En este punto, conviene saber que en nuestras interacciones con nuestros semejantes, siempre vamos a llegar más fácilmente al corazón de los demás si somos capaces de hablar con el nuestro. O sea, si ponemos el acento en lo que sentimos (alegría, emoción, admiración, ternura, cariño...) y no en lo que enjuiciamos (listo, guapa, hábil, elegante...).

Fijémonos en cómo cambia esta situación en la que un hombre se siente fascinado por una mujer que acaba de conocer:

(Hablando mediante atributos): Paula, eres una mujer guapísima, encantadora y muy elegante.

(Hablando mediante emociones): Paula, me siento muy a gusto contigo y me encanta tu forma de ser.

Se nota el cambio, ¿eh?

Por otro lado, es oportuno tener en cuenta que los atributos, al ser juicios o percepciones, siempre pueden discutirse. Sin embargo, nuestras emociones y sentimientos no se pueden discutir. Por consiguiente, a la hora de comunicarnos con los demás, siempre será más fácil salir airoso de una conversación/discusión si ponemos el acento en lo que sentimos que si lo ponemos en las etiquetas o los juicios.

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