Las estadísticas sobre el consumo de medicamentos en España, en los últimos años, demuestran que existen dos grupos que destacan de entre todos los demás: los somníferos y los antidepresivos.
Y son los medicamentos que más se consumen en un país los que ponen de relieve la naturaleza de los conflictos subyacentes entre la población. Lo que puede devenir en una información muy útil si uno sabe interpretar la simbología asociada a dichos conflictos.
Pero antes de adentrarnos en el plano simbólico-metafórico conviene saber que tanto la depresión como el insomnio son dos afecciones producto de un exceso de actividad mental. Y esa actividad mental significa, fundamentalmente, que el individuo tiende a vivir demasiado tiempo en el pasado o en el futuro, en vez de en el presente.
Es el anhelo de un pasado que ya queda atrás (y que no volverá), o bien el recuerdo que atormenta de un pasado doloroso o la proyección hacia un futuro que genera temor lo que genera esa efervescencia mental que, a su vez, impide vivir en paz, en calma, con sosiego, sin agitación.
Para dormir bien, lo mejor es tener la conciencia tranquila. Es un dicho muy antiguo que, seguramente, compendia una sabiduría popular producto de muchos años de observación. Y es completamente cierto, dicho sea de paso. Porque la agitación de la conciencia activa la mente, y si la mente está activa es muy difícil, o incluso no factible, poder conciliar el sueño.
La conciencia no está tranquila, se agita, cuando uno no ha obrado conforme a los valores humanos, conforme al amor, conforme a nuestra esencia divina. Aunque en otras ocasiones es el miedo el que también puede delatar un exceso de actividad mental que, igualmente, dificulta el sueño. Así pues, resumiendo: en el plano mental es la conciencia intranquila y el miedo los dos principales factores que obstaculizan el poder dormir plácida y prolongadamente durante la noche.
La depresión también está vinculada a un exceso de actividad mental, ya sea en relación con el pasado o con el futuro. O dicho de otro modo: si uno vive con su foco de atención en el presente no es posible que esté deprimido. De ninguna de las maneras.
Cuando pasamos del plano causal, o del plano mental, al plano emocional enseguida descubrimos que el insomnio está directamente relacionado con un conflicto relacionado con la figura de la madre y, por consiguiente, con la Polaridad Femenina. Entonces, si retrocedemos a los primeros momentos de la vida de ese individuo insomne, fácilmente descubriremos a una madre que, por los motivos que fuere, no tuvo suficiente contacto con su bebé. O que lo dejó en una cuna, solo, sin tener contacto físico con él, mientras el neonato dormía por las noches (sin sentirse arropado, protegido, amado). Un episodio que perfectamente puede ir gestando con el tiempo en el adulto esa sensación de miedo o inseguridad conforme se acerca el momento de dormir y que le dificulta o impide conciliar el sueño.
La depresión, por contra, en el plano emocional, está directamente asociada con la figura del padre, y, por ende, con la Polaridad Masculina. Porque es valor, o fuerza, o determinación, o confianza, o arrojo, o seguridad en sí mismo, lo que le falta al depresivo. Un fenómeno que invita a deducir que en su infancia el padre, una de dos: o no compartió suficiente tiempo y contacto con su hijo, o bien era un hombre débil e inseguro y fue eso lo que, inconscientemente, le transmitió.
De todo esto se desprende una conclusión clara: una sociedad en la que se consumen masivamente somníferos y antidepresivos es una sociedad huérfana, es decir, una sociedad deficitaria de la Polaridad Masculina y Femenina. Una sociedad en la que, mayormente, las mujeres han ido desconectándose progresivamente de su esencia, así como los hombres lo han hecho de la suya.
Por tanto, lo que corresponde hacer para sanar este conflicto colectivo es, lo primero, sanar individualmente la relación con el padre y con la madre. Y, lo segundo, aprender a alinearnos con nuestra propia esencia, masculina o femenina, según corresponda, y vivir conforme a ella, plenamente.
Porque alinearse con la propia esencia es vivir con amor.
Y donde hay amor, no hay conflicto.
Y donde no hay conflicto, hay paz.
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