Vivir en un Universo cuántico puede resultar casi mágico, o, como mínimo, sorprendente. Sobre todo, cuando uno es capaz de ver la correspondencia y la analogía entre los distintos planos de la realidad. Cuando uno descubre, efectivamente, que dichos planos de manifestación están claramente interconectados, y que lo que suceda en uno de ellos tendrá una consecuente repercusión en los demás.
Por ejemplo, biológicamente puedes ver la fiebre como un mecanismo de defensa del cuerpo (activado por el Sistema Inmunitario), el cual se convierte por un tiempo en una especie de sauna orgánica, para que así puedas sudar, y, de ese modo, eliminar toxinas, y, finalmente, recuperar la salud. Sin embargo, desde una perspectiva simbólico-metafórica (que no está reñida con la puramente biológica), la fiebre es la expresión corpórea de un conflicto relacionado con la ira (una emoción de fuego). Concretamente, la ira (el fuego) que uno se ha tragado en una determinada situación, y que, como emoción dañina que es, el cuerpo necesita expulsar hacia fuera. En este caso, en forma de fiebre (la fiebre es como un fuego: ardiente).
Esta forma metafísica de ver la realidad nos permite poder comprender a un nivel profundo, y con mucha exactitud, el porqué de todos los fenómenos del mundo, más allá de sus correspondientes explicaciones físicas, químicas u orgánicas (las cuales, en ocasiones, pueden antojarse misteriosas).
El caso es que cuando aplicamos esta lógica cuántica al acto de fumar nos damos cuenta de que el humo del tabaco es algo intrínsecamente tóxico para los pulmones, y que los órganos PARes que posee un ser humano en su cuerpo, simbólicamente, representan sus relaciones de PAReja o de proximidad. PAReja entendida, literalmente, como una relación entre dos seres humanos (no necesariamente erótico-afectiva).
Es decir, los pulmones (como los ovarios, los testículos, los ojos, los riñones...), como órgano par que son, representan tu relación CON EL OTRO. Uno de ellos eres tú y el otro es tu par humano (pareja, un familiar con el que convives, un amigo cercano, un compañero de trabajo...). Mientras que el humo del tabaco, por su parte, representa lo tóxico. Lo tóxico en la manera de pensar y de comportarse, si hablamos de seres humanos.
Resultado final: el humo del tabaco tiende a volverte tóxico (en tu manera de pensar, de comportarte) e igualmente vuelve tóxico a tu PAR humano. Aunque lo correcto sería decir, no que le convierte en tóxico sino que al volverte tóxico tú atraes lo tóxico a tu vida, incluyendo relaciones que, de una u otra manera, resultan tóxicas para ti.
Esto, explicado de una manera más sencilla, vendría a significar que mientras fumes (máxime, siendo éste un hábito que implica adicción) te resultará muy difícil evitar que tus relaciones de proximidad o de pareja estén salpicadas (por parte de ambos) de comportamientos y actitudes que te resulten tóxicos. O dicho de otra manera, que si pretendes dejar atrás la toxicidad en tu vida, tanto la tuya propia como la de los seres humanos con los que mantienes una relación de proximidad, lo vas a tener muy difícil si sigues fumando. Realmente, difícil. Porque, sin darte cuenta, estás creando un fenómeno cuántico de primera magnitud (Ley de Atracción=Los semejantes tienden a buscarse y a encontrarse), que sólo podría ser transmutado con lo único capaz de transmutarlo en el Universo: la Ley del Amor en cualquiera de sus formas. Pero eso, dicho sea de paso, es algo poco frecuente.
Muy poco frecuente.
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