Vampirismo energético

 

No es raro encontrar en nuestro mundo a seres humanos con carencias afectivas importantes o que no han recibido en su entorno familiar el suficiente reconocimiento, escucha o atención, por ejemplo. Y si esas carencias no se sanan con un trabajo personal adecuado pueden derivar en comportamientos tóxicos o destructivos, tanto para ellos mismos como para los demás.

El vampirismo energético es un fenómeno inconsciente que se da cuando una de estas personas interactúa con otras. Es una tendencia a monopolizar el protagonismo de la interacción a través de la palabra, adentrándose el individuo en un monólogo más o menos prolongado a través del cual se reclama, por de pronto, la atención constante del otro.

No es un diálogo, ni un verdadero compartir, ni un intercambio más o menos equilibrado. Es requerir al otro permanentemente a través de un discurso que en todo momento gira en torno a uno mismo, en torno a las propias circunstancias (que suelen ser desafortunadas) o en torno a una visión de la realidad que acostumbra a ser pesimista o derrotista.

El caso es que pudiera parecer, a simple vista, que esta persona, debido a su locuacidad incesante, está imbuida en un proceso exclusivamente mental, pero no es así. En realidad, es lo emocional lo que le impulsa a perder la medida de lo que es justo y ponderado (le supera), a no ser capaz de echar el freno y a no poder abrirse a una interacción más equitativa con su interlocutor, a un verdadero intercambio que implique un diálogo del cual ambos puedan nutrirse.

Lo cierto es que en este tipo de interacciones tóxicas podríamos creer que quien manifiesta el desequilibrio es quien vampiriza, pero quien es vampirizado igualmente está expresando un conflicto: el no ser asertivo, el no saber marcar límites, el no salvaguardar la propia autoestima.

Para poder evitar este tipo de situaciones es imprescindible que ambas partes tomen conciencia de sus respectivas circunstancias y que lleven al cabo el trabajo adecuado para sanar sus correspondientes desequilibrios. Tal que así, el que vampiriza está llamado a sanar esas carencias o heridas de la infancia que le llevan a reclamar la atención permanente de los demás (la que no recibió de sus padres) a través de la negatividad y el victimismo. Y el vampirizado, igualmente, está llamado a sanar la relación tanto con la Polaridad Masculina como con la Polaridad Femenina (figura del padre y de la madre). Sobre todo, porque la asertividad implica delicadeza (Polo Femenino), pero también firmeza (Polo Masculino). Y el vampirizado las tiene ambas debilitadas.

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