Una sociedad que haya experimentado episodios de intensa represión en el pasado, tenderá en el futuro al libertinaje (libertad sin respetar uno la de los demás). Y lo mismo sucede con la gente: la represión sistemática en la infancia o en la adolescencia favorece que esas mismas personas, cuando sean adultas, actúen por impulsos y sin miramientos hacia los demás.
Desde luego, ambas posturas (represión/libertinaje) son extremas, y, por tanto, dañinas. Como lo son, más tarde o más temprano, todos los extremos; da igual de la índole que sean.
En España, concretamente, en menos de cincuenta años, hemos pasado de una larga y oscura época de intensa represión a un momento presente en el que la libertad se ha visto ya sobrepasada por el libertinaje en masa. Fijémonos, por ejemplo, como en la actualidad es casi imposible acudir a un espacio público sin verse uno bombardeado constantemente por los sonidos, las voces o la música de teléfonos móviles ajenos. O sea, gente que va mirando vídeos, o los contenidos de las redes sociales, o teniendo conversaciones de audio, a un volumen elevado y sin importarle, en lo más mínimo, que alrededor haya otras personas con sus respectivos derechos (a vivir en paz, por ejemplo). De hecho, este fenómeno social que os comento se está multiplicando últimamente de forma exponencial. Os invito a que lo observéis: en la playa, en el metro, en una cola callejera, en una terraza donde tomas algo... donde sea.
Este tipo de comportamientos son el resultado de individuos que, por una parte, no han recibido una educación basada en valores humanos básicos, como el respeto al prójimo. En su lugar, estas personas son "educadas" por la telebasura, las redes sociales y las películas. A lo que se le une el hecho de que vivimos en una sociedad cada vez más infantilizada (deliberadamente), y más inmadura, en la que por doquier se rinde culto al ego. Un ego que es incapaz de sentir empatía por los demás (ponerse en la piel del otro), ya que toda su energía la focaliza en atender sus propias necesidades.
El desequilibrio surge cuando la persona se mueve sistemáticamente por sus impulsos egóticos y sin ninguna clase de filtro, so pretexto de "fluir" con la situación o de ser "espontánea". Pero es su falta de madurez la que le impide contenerse o autocontrolarse. Porque para eso hace falta tener insertados esos valores humanos de los que hablaba antes, y, además, ejercitarlos.
El término medio (donde reside la virtud) no es un camino de libertinaje anárquico ni de represión castrante (extremos). Es saber jugar con la expresión de lo que uno es, desde la libertad, pero, al mismo tiempo, con un mecanismo de contención y autocontrol que nos permite, por así decirlo...
...caminar por la cuerda floja sin caernos.
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