Mi primera vivencia con una enfermedad de envergadura fue a los diez años, cuando a mi abuelo, que vivía con nosotros, le diagnosticaron un cáncer de pulmón. El caso es que el buen hombre duró pocos meses, pero durante ese tiempo fue muy impactante para mí asistir a su deterioro, ver cómo una persona tan activa, al final, casi no podía caminar; y cómo la metástasis lo fue dejando poco a poco en los huesos.
Dos años más tarde, fue mi madre la que sufrió un cáncer a raíz de una verruga en su espalda, que, en un momento dado, se volvió maligna; y también tardó pocos meses en morir. Luego, le siguió mi cuñado, médico cirujano, que después de una larga odisea por los mejores hospitales del mundo, terminó falleciendo como consecuencia de una fibrosis pulmonar.
Aunque el caso más desagradable fue el de mi tío Pepe, hermano de mi madre, que fue afectado por una grave infección vírica que terminó con su vida, a los 52 años, en un lento y penoso declive de dos años. Un proceso que seguí muy, muy de cerca.
Todos estos episodios me marcaron profundamente, especialmente el de mi tío. Sobre todo, siendo yo una persona tan joven. Y fue entonces cuando me di cuenta de que en esta vida había algo mucho peor que la muerte: el dolor y el sufrimiento.
Hasta entonces, había oído alguna vez, por boca de algunas personas, la frase "de algo hay que morir". Pero yo tenía claro, porque lo había visto con mis propios ojos, que no daba igual morir de una larga y penosa enfermedad que te va deteriorando lentamente que morir plácidamente, en paz y sin enfermedades. No era lo mismo. Ni mucho menos.
Así que, a raíz de esta conclusión, fue que empecé a investigar y a leer muchísimo (principios de los años noventa), y, sobre todo, a explorar. Tenía muy claro que yo no me iba a conformar con teorías ni con lo que me contaran otros. Yo buscaba certezas, tener seguridad sobre algo que para mí era muy importante; y para eso comprendí que había que experimentar, vivir en primera persona.
Yo, que había sido un niño con la salud delicada, sumado al historial familiar que os he contado, quería encontrar un camino para disfrutar de una gran salud, y, más aún: para evitar el mismo destino que había azotado a mis seres más allegados.
Y otra cosa tenía clara: buscaría ese camino más allá de la medicina convencional...
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