Hoy, me apetece compartir con vosotros unas conclusiones que son el resultado de muchos años de observaciones, tanto en mí mismo como en otras personas (dentro y fuera de mi consulta).
Todos los alimentos que ingerimos tienen una dosis de equilibrio, es decir, la dosis justa que propicia o mantiene nuestra armonía, tanto a nivel físico, como mental y emocional. Pero cuando esa dosis se sobrepasa, el alimento, en mayor o menor medida, se vuelve perjudicial. En cuyo caso, puede enfermarnos o tener una repercusión negativa sobre nuestra mente o sobre nuestras emociones. Algo que se cumple, igualmente, si hablamos de la sal.
Nuestra mente inconsciente busca la sal porque ésta representa la alegría. Por eso, la sal de la vida es la alegría. Y por eso, sin esa sal, la vida se vuelve triste y sosa. (Fijémonos, que para referirnos a una persona con sentido del humor -del cual se deriva la alegría-, a veces decimos que tiene salero).
Asimismo, la sal también se ha utilizado desde tiempos ancestrales para conservar. O dicho de otro modo: para que lo que viene del pasado se mantenga hasta el futuro. Por eso, la sal, en su justa medida, también nos ayuda a mantener vivos nuestros recuerdos, a que nuestro pasado no se diluya, con el tiempo, en el vasto océano de nuestra memoria.
Por otro lado, si observamos la sal muy de cerca comprobaremos que su estructura esencial es relativamente dura. Al menos, más dura que la mayoría de alimentos orgánicos. Por eso, la sal también contribuye a que seamos personas más duras, más resistentes y más fuertes. (Fijémonos en que si bebemos durante cierto tiempo un agua sin sales minerales, terminaremos notando que nos debilitamos).
Y finalmente, la sal es un alimento extremadamente Yang (energía centrípeta, terrenal, Polaridad Masculina). Por consiguiente, en una dosis adecuada, potencia en nosotros la fuerza, el valor, la determinación, el coraje, la resistencia, la confianza...
Sin embargo, un exceso de sal en nuestra dieta puede suponer que todas esas virtudes que he mencionado se vuelvan inconvenientes. Me explico:
Una ley cósmica dice que un exceso de energía Yang genera Yin. La tristeza, o la depresión, son estados Yin. Así pues, un exceso de sal (Yang), propicia y alimenta estados de tristeza y depresión.
Demasiada sal en nuestros platos nos encadena a nuestro pasado y nos dificulta el poder movernos con soltura desde el presente hacia el futuro. (Fijémonos que en un pasaje de la Biblia se menciona que cuando Lot y su familia dejan Sodoma porque Dios va a destruirla, un ángel les guía y les dice que se apresuren y que no miren atrás. Pero la esposa de Lot, desoyendo esta consigna, mira hacia atrás para ver la ciudad y la pobre queda convertida en una estatua de sal. Esto es una metáfora, de cómo mirar al pasado cuando no procede nos inmoviliza y nos quita la vida, la cual siempre fluye en el presente).
También, ese exceso de sal contribuye a borrar nuestro pasado. Por eso, a la larga, favorece y alimenta enfermedades como la demencia senil, las lagunas de memoria o el Alzheimer.
Igualmente, el exceso de sal nos vuelve excesivamente duros (insensibles, faltos de empatía o de compasión), rígidos e intolerantes. Y también, excesivamente mordaces, hirientes o cortantes.
Y por último, el exceso de sal también nos aleja de la Polaridad Masculina. es decir, nos vuelve mentalmente débiles, emocionalmente vulnerables, más o menos cobardes, indecisos, desconfiados y faltos de fe en nosotros mismos.
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