A raíz de leer un texto esta misma mañana, me ha venido a la memoria el caso de una mujer que acudió a mi consulta hace unos años. Le cambio el nombre para preservar su anonimato.
Claudia llevaba más de cuatro años en pareja, y uno sometiéndose a un tratamiento médico para quedarse embarazada. Había gastado miles de euros en una clínica de reproducción asistida y, sin embargo, no había conseguido su objetivo.
Se sentía muy frustrada, como persona, como mujer y como pareja, porque después de muchos intentos eso que ambos tanto deseaban, no terminaba de llegar. Una frustración que también compartía su pareja.
Comprender esa profunda frustración es fácil sabiendo que Claudia llevaba una vida muy saludable. De hecho, vivía en el campo, comía alimentos integrales y ecológicos, nadaba todos los días, hacía yoga y meditación, y un largo etcétera.
Desde luego, yo tenía algo claro, ya de entrada: los dos, ella y él, conscientemente, deseaban tener un hijo. Pero algo en el inconsciente de cada uno de ellos (ella y él) saboteaba esos intentos y les alejaba de conseguirlo. Sin embargo, escuchando a Claudia, y preguntándole sobre algunas cuestiones concretas de su vida, salieron a la luz dos hechos muy relevantes y reveladores:
1) Su abuela materna, que se llamaba como ella, se quedó embarazada después de una violación.
2) Claudia era hija única. Su padre habría querido tener un hijo. Así que a ella, en muchos aspectos, la trató y la educó como a un chico. Y, sin pretenderlo, la alejó en gran medida de su Esencia Femenina.
El primer acontecimiento había pasado al inconsciente familiar, y Claudia lo había recogido. Por eso, desde su inconsciente, la idea de quedarse embarazada iba indisolublemente ligada a un hecho traumático (una violación). Algo nada deseable.
El segundo acontecimiento, por su parte, se hacía corpóreo en forma de un desequilibrio hormonal (exceso de hormonas masculinas) que no dejaba al óvulo fecundado implantarse en la pared del útero y prosperar.
Por lo tanto, el trabajo que le sugerí a Claudia iba encaminado a:
1) Liberarse de la carga emocional e inconsciente que había heredado de su abuela materna.
2) Reconciliarse con la figura de su padre y conectar, cada vez más, con su Esencia Femenina. Lo que, a su vez, reequilibraría su sistema hormonal.
Aunque el plan de acción era bastante simple, a Claudia le supuso un gran reto y un considerable trabajo personal. No fue fácil transformarse. Ni romper con esos patrones aprendidos en el seno del clan familiar. Ni dejar atrás a una parte de sí misma que implicaba, superficialmente, ser aceptada por su padre.
Mi trabajo en su proceso no fue otro que ayudarle a sacar a la luz esa parte de su inconsciente que le boicoteaba, ayudarle también a liberarla proporcionándole herramientas, y acompañarla y apoyarla en su camino. Pero, aun así, fue un proceso duro y muy desafiante para ella.
Con todo, justo nueve meses después de aquella primera consulta, sonó el teléfono. Era Claudia:
- Carlos, tengo muy buenas noticias que darte...
Comentarios
Publicar un comentario