Un plato no sólo es saludable porque sus ingredientes lo sean sino por cómo se combinen éstos y cómo se preparen. Si hablamos de alimentación saludable, este es un principio fundamental que casi nunca se tiene en cuenta.
La mayoría de las veces, la ensalada se concibe como un plato que acompaña a las comidas principales. Así pues, su misión es, además de aportar ciertos nutrientes al organismo, ayudar a hacer la digestión de lo que comemos. Ayudar, no entorpecer.
Por eso, una ensalada puede ser algo extraordinariamente saludable, o bien algo muy perjudicial para la salud, dependiendo de cómo se combinen sus ingredientes y cómo se preparen.
Una ensalada 100% saludable debería:
- Prepararse solamente con verduras y hortalizas. Solamente. Los frutos secos, las semillas, las frutas, las setas, la fruta desecada quedarían excluidos.
- No incluir más de 5 ingredientes. A nuestro cuerpo le gusta la sencillez. Sobre todo, a la hora de digerir.
- Si lleva tomate, mejor que sea maduro y esté pelado. La piel del tomate no se digiere y puede provocar alteraciones digestivas en algunos estómagos.
- Ser aliñada, solamente, con aceite y sal, y algunas hierbas aromáticas, si se desea. Pero habría que evitar añadir limón, vinagre o cualquier tipo de salsa ácida o fermentada.
- Incluir un solo alimento concentrado (no más de uno) si dicha ensalada va a ser el único plato del menú. Por ejemplo: un cereal (arroz, mijo, quinoa, cebada...), o una legumbre (guisantes, lentejas, garbanzos...), o un fruto seco (cantidad moderada), o huevo.
Comer una ensalada saludable ayudará a hacer bien las digestiones, evitando los gases, la acidez o el reflujo, los dolores de estómago, la pesadez, la irritación del intestino, y, en general, muchos problemas digestivos.
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