Liberación y sanación de las cargas familiares


Si lo que pretendemos es sanar nuestro ser yendo a la raíz, hemos de remontarnos a algunas generaciones atrás...

Conviene entender que las situaciones conflictivas o dolorosas que vivieron nuestros bisabuelos, abuelos o padres, así como otros miembros de nuestro clan familiar con los que hemos compartido espacio y tiempo, y que se quedaron sin resolver/sanar en el momento de fallecer ellos, nosotros, los miembros de la última generación, cargamos con ellas de forma inconsciente. Es una ley de vida. Y son cargas que se manifiestan a través de nuestros miedos, inseguridades, enfermedades, emociones (ira, rabia, resentimiento), y, en general, situaciones que nos causan limitaciones, dolor o sufrimiento.

Algunos ejemplos de estas cargas serían secretos familiares, situaciones vergonzantes que se ocultaron, negocios que fracasaron, ruinas económicas, pobreza, conflictos por herencias, desahucios, asesinatos, muertes repentinas o violentas, suicidios, torturas, enfermedades mentales, enfermedades físicas, accidentes, violaciones, abusos, adulterios, hijos no deseados, hijos no nacidos, hijos no reconocidos, hijos abandonados, incestos, crueldades, violencia física o psíquica, infidelidades, engaños, traiciones, problemas y conflictos en la pareja y el amor, desarraigos, guerras...

Esas cargas dañinas tienen una importancia capital para quien las hereda, porque constituyen el mayor obstáculo en su vida para su felicidad y su plenitud. Y mientras una persona no se ocupe de sanarlas haciendo un trabajo específico, tenderán a condicionar su vida, alejándola (muchas veces, sin entender el porqué) de aquellos bienes naturales que legítimamente nos corresponden a todos, como son la salud, la prosperidad, el gozo y el amor.

Como digo, es necesario hacer un trabajo concreto encaminado a perdonar a nuestra familia, en general, y también a cada uno de los miembros de los que, conscientemente, hayamos recibido más carga. Luego, hay que cortar todos los lazos con esas memorias y liberarnos de ellas. Y, por último, realizar algún tipo de acto que, de cara a nuestro inconsciente, implique que esa faceta de nuestra vida ya está transmutada y sanada.

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