Durante la digestión, y a lo largo del tubo digestivo, tienen lugar pequeñas contracciones musculares que se propagan de forma radial y que ayudan a que avance el bolo alimenticio (movimientos peristálticos). Pero a este avance también contribuye de una forma muy importante la fuerza de la gravedad. Me explico:
Cuando nos colocamos en posición horizontal, el cuerpo cree que vamos a dormir, y todas las funciones fisiológicas se ralentizan, incluyendo una parte de esos movimientos peristálticos. Y esto es lo que explica que muchas personas, después de hacer una siesta en horizontal se levanten cansadas, agotadas o con la cabeza embotada... siendo que han estado un rato descansando.
Si haces la siesta recostado (a 45º o más) la fuerza de la gravedad ayuda a tu comida a que baje por el tubo digestivo, pero si la haces totalmente tumbado (o sólo elevando la cabeza), entonces la gravedad se convierte en un obstáculo, por lo que la digestión se ralentiza (o incluso puede pararse), la comida fermenta y sienta mal, pudiendo provocar una sensación de pesadez (como que uno no ha terminado de digerir la comida), de agotamiento o ese típico embotamiento en la cabeza. Además, este también es uno de los hábitos que más engorda.
Conviene tener una cosa muy clara: nunca se debería hacer una digestión estando completamente horizontal, ya sea después de comer o de cenar, porque ese hábito tenderá a dificultar o arruinar nuestras digestiones, provocará gases, toxinas y una sensación de cansancio.
La mejor forma de descansar después de una comida sería en un ángulo similar al de la fotografía que ilustra este artículo. Y y siempre recostándose boca arriba, nunca de lado.
Seguir esta recomendación puede ahorrarte muchos problemas de salud. Sobre todo, con el paso de los años.
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