Muchas veces he dado mi definición de enfermedad: la expresión corpórea de un conflicto no resuelto. Pero en algunos casos, la enfermedad, o el achaque, no necesariamente implica un conflicto detrás. Algunas veces, lo que hay detrás es, esencialmente, una crisis depurativa.
Imaginemos que en un momento dado, por ejemplo, hablando con un amigo, le dices que te encantaría tener una salud mejor. O imaginemos que ese mismo deseo lo expresas al apagar las velas de la tarta, por tu cumpleaños; o bien durante las campanadas de fin de año (vamos, con carga emocional). El caso es que, unos días más tarde, vas y pillas una bronquitis de órdago. Pero tú no estás en conflicto, ni contigo mismo ni con nadie. Entonces, ¿por qué has enfermado? Simplemente, porque expresaste un deseo, tu inconsciente lo escuchó y te lo sirve en bandeja. No en vano, cuando superes tu bronquitis, toda la mucosidad que hayas expectorado, te permitirá tener una mejor salud y vibrar en una frecuencia más alta. ¿O es que piensas que tu cuerpo puede vibrar en una frecuencia alta estando lleno de toxinas? Pues difícilmente.
Ahora supongamos que te vas unos días de vacaciones a los Alpes suizos. Alquilas un chalé en plena montaña, rodeado de prados verdes, arroyos de agua cristalina, aire puro y fresco. Pero días más tarde vuelves a tu ciudad y pillas un virus estomacal que te obliga a hacer una dieta a base de caldos y cremas de verduras. Y tú, entonces, piensas: ¿Pero qué conflicto puedo tener después de haber estado unos días en el paraíso? Pues quizá, ninguno. Simplemente, que tu cuerpo ha estado rodeado de altas vibraciones, respirando pureza a cada instante, y ha conseguido adaptarse a todo ello sin entrar en crisis (enfermar) porque tú estabas completamente feliz, a gusto y en armonía. Sin embargo, vuelves a la ciudad, con su densidad intrínseca, rodeado de vibraciones bajas o medias, y tal vez no tan feliz como unos días antes, y claro, ese contraste obliga a tu cuerpo a depurarse... para poder mantener esa vibración tan alta que traías de la montaña. Porque una cosa es segura: tu cuerpo ama las altas vibraciones. Y de forma natural y espontánea, hará todo lo que esté en su mano para alcanzarlas y mantenerlas, ya sea de un modo agradable (con tu voluntad y con tu determinación, o sea, cuidándolo), o bien de una forma desagradable, es decir, a través de la enfermedad. A fin de cuentas, toda enfermedad implica, eso sí, una crisis depurativa y una tendencia a subir de nivel.
Ahora bien, que detrás de tu enfermedad o de tu achaque no haya un conflicto no significa que tus síntomas no tengan una carga simbólica. Es decir, tu cuadro sintomatológico puede no expresar un conflicto pero sí un reajuste. Y, evidentemente, cada uno de esos síntomas significa algo...
Lo que es seguro es que, conforme vayamos evolucionando, despertando nuestras conciencias y amándonos cada vez mejor, con el tiempo necesitaremos sufrir menos. Al fin y al cabo, el sufrimiento no es imprescindible para aprender ni para evolucionar. Tan cierto como que suele ser muy útil para aprender y para evolucionar.
Pero ya os digo: mejor aprendamos desde el amor.
Es tan agradable, y tan dulce...
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