Me inclino a pensar que la arcilla sea el medicamento más antiguo en la historia de la Humanidad. Pero lo mejor de ella es que, después de un millón de años, sigue siendo una de las panaceas más eficaces y baratas que conozco. Prácticamente, no tiene rival. Es casi milagrosa. La amo.
Tendría que pararme a considerarlo, pero ahora mismo no se me ocurre una enfermedad o afección que no pueda ser, como mínimo, mejorada, cuando no, curada, con la arcilla. Al menos, eso es lo que me ha demostrado mi experiencia de muchos años y con muchas personas. No en vano, todo el mundo que la ha probado me ha dado después un testimonio positivo.
Que puede ser usada para tratar un esguince, para ayudar a soldar un hueso roto, para aliviar un dolor articular o de espalda, para cicatrizar heridas (es antiséptica), reducir la caspa del cabello, eliminar una erupción cutánea, o en uso interno (arcilla blanca) para desintoxicar el hígado, curar una úlcera o aliviar un colon irritable no es algo que vaya a sorprender a quien la conoce y ya la ha probado. Como os digo, la arcilla es una panacea, y, como tal, sirve para curarlo todo.
Muchos sabéis que una parte muy importante de mi trabajo se orienta hacia la faceta emocional del ser humano, y es en esa área donde he efectuado numerosas investigaciones. También, con la arcilla.
A nivel emocional, la sensación de alivio inmediato que tiende a producir la arcilla cuando la colocas en forma de emplasto o cataplasma sobre la piel (por ejemplo) tiene mucho que ver con lo que simboliza la arcilla a un nivel profundo: la Madre Tierra; y la Polaridad Femenina.
La arcilla se vuelve cálida en contacto con la piel. Es blanda. Adaptable. Tierna. Suave. Acogedora. Todas ellas, cualidades inherentes a la Polaridad Femenina.
Ponerte arcilla sobre el cuerpo implica conectar de inmediato, y a nivel inconsciente, con la figura de la madre... y con todo lo que ésta representa. La madre, con su contacto, con su abrazo, proporciona calor al hijo, alivio, calma, seguridad y confianza. Con su sola presencia, le ayuda a liberarse de sus males y le da aliento para seguir hacia delante y hacia arriba (ascender, elevarse) en su proceso. Y esto, cuando hablamos de la arcilla, posee unas connotaciones muy profundas.
Efectivamente, es bien conocida la capacidad de la arcilla para eliminar toxinas del cuerpo, tanto al ser usada por la piel (uso tópico) como al ser ingerida con agua (uso interno). Capacidad para eliminar toxinas, y, al mismo tiempo, para regenerar el organismo y sus células, sus tejidos, sus órganos. Y esto, a su vez, se relaciona con la capacidad de la arcilla para borrar información dañina de la célula y para reprogramarla con la información armónica (la original).
Por ejemplo, si tú tienes un dolor frecuente en tu rodilla derecha porque de pequeño fuiste humillado por tu padre y no lo has perdonado, la arcilla no sólo va a aliviar tu dolor, eliminar toxinas acumuladas en tu rodilla y regenerar sus tejidos, sino que, además, si eres constante y la aplicas a diario, irá borrando la memoria de las células de esa zona, y, al hacerlo, irá disipando tu trauma, tu conflicto interno con tu padre. Y, a su vez, irá reprogramando esas mismas células con información nueva. Información que le permita a tu rodilla, no sólo curarse a nivel físico, sino sanarse en lo más profundo.
Cada dolor y cada enfermedad en tu cuerpo es un dolor y una enfermedad en tu alma, un conflicto no resuelto que se precipita en tu organismo de un modo incómodo o desagradable.
Ya sea en tu rodilla, en tu espalda, en tu mano, en tu estómago o en tu cabeza, la arcilla siempre limpia, nutre y regenera.
Si lo que padeces es un dolor de cabeza, por ejemplo, no sólo te aliviará que te pongas una cataplasma sobre ésta sino que la arcilla te ayudará a desprenderte de los pensamientos negativos y de las preocupaciones: las auténticas causas de ese dolor.
Si te has roto la mano izquierda en un accidente, la arcilla no sólo ayudará a remineralizar y a soldar tus huesos sino que también te ayudará a que tengas más mano izquierda (tolerancia) y a que conectes con tu Lado Femenino.
O si padeces una enfermedad grave o aparatosa y tienes la ocasión de darte baños de fango, éstos no solamente te ayudarán a eliminar las toxinas que te enferman sino que, a nivel inconsciente, será como volver al útero de tu madre, y, al quitarte la arcilla, como volver a nacer, con una nueva información en las células de tu cuerpo. Como una especie de reset. (En estos casos, habría que repetir este proceso a diario durante algún tiempo, hasta que vayan remitiendo los síntomas y la persona recupere su vitalidad y su salud).
Lo dicho: la arcilla no es sólo una panacea para el cuerpo. Es un medio extraordinario para liberar tu mente de negatividad y para disolver emociones enquistadas. Una forma eficaz de llegar a lo más profundo de tu ser, de limpiarlo y regenerarlo, a partir de esa reconexión maravillosa con la figura de la madre.
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