En esta ocasión, comparto con vosotros mis observaciones y experiencias a propósito de los efectos psicoemocionales de LOS 4 ELEMENTOS de la Naturaleza que hacen acto de presencia en la playa.
Cabe destacar que para que estos elementos proporcionen el máximo equilibrio al ser humano es conveniente evitar la exposición al Sol en las horas centrales del día (en verano), evitar también el contacto con un mar demasiado embravecido o cuando en la playa soplan vientos continentales (como el poniente, en el caso de la costa de levante en España).
TIERRA (arena): El contacto de los pies descalzos con la arena favorece la descarga de electricidad estática e iones positivos (perjudiciales) de inmediato, por lo que libera rápidamente de la sensación de estar uno sobrecargado o saturado (de problemas o preocupaciones, sobre todo). Por otro lado, el caminar sobre ella genera instantáneamente un acto cuántico: poner los pies en el suelo, aterrizar. Lo que viene estupendamente cuando una persona es víctima de una actividad mental descontrolada, como cuando uno está triste, deprimido o simplemente preocupado. También, cuando uno se siente desesperado o desamparado, el contacto de los pies con el suelo favorece la experiencia de creerse uno sostenido, sujeto, amarrado. Porque si uno está fuertemente anclado en la tierra (estando parado), difícilmente puede sentir que se pueda caer o perder el equilibrio. Luego el sentimiento que sobreviene es el de seguridad y el de confianza. Confianza en la vida. Confianza en el aquí, en el ahora.
AGUA (mar/océano): El vaivén de las olas en la orilla del mar simboliza lo nuevo que llega y lo viejo que se va. El mar trae y se lleva. Por lo tanto, renueva, purifica, modela. El contacto de tu cuerpo con su agua te vivifica (da sensación de vida) de inmediato, porque el agua del mar no está estancada. Tiene movimiento. Tiene vida. Late, como un corazón. Y ese ritmo constante, incluso con el sonido acompasado de las olas, también crea un ritmo equilibrado en tu inconsciente: ni muy rápido ni muy lento. Es el ritmo natural que determina ese vaivén, ese ir y venir. Siendo concreto: ese ritmo te dinamizará si estás estancado y te ralentizará si vas muy acelerado. Además, si andas justo por la orilla, estarás moviéndote por un camino que es constantemente renovado por ese flujo y reflujo del mar, por lo que esto favorecerá que tus circunstancias se renueven en tu caminar por la vida.
AIRE: Cuando el viento proviene del mar está cargado de iones negativos (altamente beneficiosos), por lo que de inmediato genera una sensación de bienestar, incluso de alivio. Esa brisa es, literalmente, como un soplo de aire fresco, es decir, nuevos vientos que soplarán en tu vida. Y también frescura, que se opone al concepto de rancio (viejo, descompuesto, inservible). Además, si respiras lenta y profundamente, unas diez veces como mínimo, notarás que te renuevas por dentro. Y como los pulmones son un órgano par (relaciones de pareja/proximidad), te vendrá fenomenal contar con nuevos aires también para tus relaciones personales. Nuevos aires son nuevos enfoques, nuevas maneras de ver las cosas. Y esas nuevas maneras de ver la realidad se tornarán, probablemente, en nuevas y mejores decisiones, en nuevas y mejores acciones.
FUEGO (Sol): El Sol representa la energía del padre, de la polaridad masculina (Yang). También, simbólicamente, la energía de la luz (sabiduría) y del calor (amor). Cuando no está muy alto, sus rayos penetrarán en tu interior (neutrinos) y te ayudarán a iluminarte (a ver las cosas con más claridad, con más nitidez, con más madurez), y, de inmediato, a sentirte reconfortado, aliviado, protegido, incluso amado. El Sol, el padre de todas las cosas, te ayudará, independientemente de que seas hombre o mujer, a conectar con tu energía Yang (masculina) y a potenciarla. Te dará fuerza, vigor, valor, coraje, determinación, asertividad, confianza, integridad, solidez, resistencia y grandes dosis de alegría.
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