La patata es una "patata"



Resulta curioso que este alimento sea uno de los más utilizados en la cocina diaria, teniendo en cuenta lo poco que alimenta. Pero todo tiene su porqué. Y la razón de ser de la patata en nuestras vidas no iba a ser una excepción.

La verdad es que no me sorprende que en la recién estrenada Edad Moderna la patata fuera importada desde América y llegara aquí, a España, en la época en que llegó. Porque si uno se fija bien, todo encaja. Me refiero a un momento histórico en el que la gente común estaba tremendamente empobrecida por el dispendio de una monarquía ávida de gloria y conquistas, por los abusos de una iglesia corrompida hasta la médula y por el sistemático azote de un feudalismo que desposeyó al pueblo llano de lo que legítimamente le correspondía: la tierra y su derecho a vivir dignamente de ella.

Por eso, cuando la patata llega a la España en 1560, de manos del conquistador Pedro Cieza de León, viene a cubrir un hueco que hasta entonces había sido difícil de llenar: el estómago de los más desfavorecidos, pues éstos vieron en ella un alimento extraordinariamente barato, fácil de cultivar, de cosechar y de cocinar, que, asimismo, proporcionaba una rápida sensación de saciedad en el buche. Otra cosa muy distinta es que alimentara...

Como digo, alimentar, lo que se dice alimentar, la patata alimenta bien poco. Y la prueba histórica de esto es que las legiones de pobres, algunos de los cuales la consumían de forma exclusiva en su dieta, pagaron un alto precio por ello. El precio del deterioro orgánico (el cual se deja sentir visiblemente en la dentadura del individuo, por ejemplo) y de las enfermedades (como las mortíferas pestes que diezmaron por aquel entonces a la población).

Y es que la patata es rica en hidratos de carbono... y pare usted de contar. Ni grasas, ni proteínas y pocas vitaminas (cierta cantidad de vitamina C, eso sí, pero que se pierde con la cocción) y minerales (excepto potasio). Vamos, que ni cantidad ni calidad. Además, el hecho de que sea una solanácea implica que para ser metabolizada se requieren de considerables cantidades de calcio (el cual se encuentra principalmente, en los huesos y en los dientes), un mineral que en el organismo va comúnmente ligado al fósforo y al magnesio. Por consiguiente, será fácil que una ingesta regular y/o voluminosa de patatas perturbe el delicado equilibrio de estos valiosos minerales, menguando sus reservas.

Por otro lado, me llama la atención que en lenguaje coloquial (una fiel expresión del inconsciente colectivo) exista la palabra patata para referirse a algo de poca calidad o de mal funcionamiento (fuente: Real Academia Española). Por ejemplo: Ese coche/televisor/ascensor es una patata. Me llama la atención, como digo, que el inconsciente de las personas asocie la patata a algo de poca calidad. Pero le veo toda la lógica del mundo.

Sin embargo, sería injusto descalificar a la patata y pasar por alto una gran ventaja que posee: que es un alimento excelente, si se acompaña de verduras (en forma de puré o de crema), para un enfermo convaleciente que esté resfriado, con poca fiebre, o delicado del estómago, por ejemplo. En estos casos, la patata aporta consistencia al plato, produce en el estómago una sensación de saciedad y de satisfacción, se digiere fácilmente, no deja residuos en el organismo, le ayuda en su tarea de desintoxicación y prácticamente no provoca nada de mucosidad. Así que... bueno, algo es algo. Menos da una piedra.

Pero si lo que queréis es un alimento bueno, bonito y barato, mucho antes que la patata, os recomendaría el boniato blanco. Eso sí que es un alimento de verdad.

Vamos, ni punto de comparación.

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