Efectos psicoemocionales de la remolacha cruda

Tal cual he compartido en otros artículos de esta índole, los alimentos poseen unas características y propiedades que se dejan sentir en el cuerpo físico, así como otros efectos que repercuten en el cuerpo mental y emocional. Y la remolacha, por supuesto, no iba a ser una excepción a este principio. Así que, en esta ocasión, como de costumbre, os hablaré de ella a tenor de mis propias experiencias y observaciones.

El aspecto físico de la remolacha y el contexto en el que se ubica como vegetal ya dice mucho de ella... Su esencia morfológica es una esfera, lo que expresa un equilibrio intrínseco entre la tensión dinámica y la estática, entre la energía centrífuga y centrípeta, entre el Yin (lo femenino) y el Yang (lo masculino). Así que el equilibrio mental y emocional del individuo es algo que se verá favorecido por el consumo adecuado de la remolacha. También, ésta hará un gran papel en enfermedades donde el desequilibrio de las polaridades se hace particularmente evidente, como en una leucemia o como en el trastorno bipolar. Eso sí: siempre y cuando no se tome en exceso. La dosis, como en todo aspecto de la vida, es fundamental. No hay equilibrio sin la dosis adecuada. Y la remolacha no es un alimento que convenga tomar tan alegremente como, por ejemplo, la zanahoria. La dosis adecuada, en términos generales, vendría a ser, aproximadamente, entre una cuarta y una sexta parte de la zanahoria que podrías tomar en una comida o en un zumo.

Ahondando en esa morfología comparada, nos encontramos con que la remolacha es asombrosamente parecida a la vejiga humana. Por eso, su consumo también ayudará a quienes se vean afectados por dolencias relacionadas con este órgano. Una de las más habituales es la cistitis, una afección en la que la persona experimenta un conflicto interno relacionado con la dificultad para soltar emociones tóxicas, simbolizadas por la orina (como la frustración que surge de expectativas depositadas en los demás y que no se cumplen), una irritación no manifestada (inflamación) y una sobrepresión (ante determinadas situaciones desafiantes) que no se ha gestionado constructiva o amorosamente.

La remolacha es una raíz, y, como tal, crece bajo tierra. Por consiguiente, nos ayudará a poner los pies en el suelo, a enraizar, y a compensar estados de la mente excesivamente volátiles, como en una depresión, por ejemplo; o cuando existe falta de concentración por estar uno demasiado disperso.

Si pasamos a su aspecto cromático, nos encontramos con un rojo intenso, que simboliza la fuerza, el empuje, el coraje, el dinamismo y el valor. Y que también se asemeja enormemente al de la sangre humana. Es por ello que la remolacha posee una capacidad extraordinaria para renovar y regenerar la sangre, y, en general, todas las enfermedades en las que este precioso fluido corporal se vea implicado. Vuelvo a la leucemia. En griego λευκός /leukós/ blanco, y αἷμα /aima/ sangre. Literalmente, sangre blanca. Los nombres de las enfermedades también nos hablan de su origen psicoemocional. ¿Habéis escuchado la expresión tener la sangre de horchata? Pues ya sea un niño pequeño (que expresa por transferencia un conflicto interno vivido por la madre) o un adulto quien la padezca, la remolacha es uno de los alimentos que más puede ayudar a curar esta enfermedad, y no ya sólo por su demostrada capacidad para regenerar la sangre sino por el empuje, el vigor y la fortaleza (fuerza en el ánimo) que aporta a quien la consume.

En otras enfermedades, como la anemia, nos encontramos con una manifiesta falta de Fe (o sea, hierro; pero, también, fe en uno mismo=Fe con mayúsculas) en el individuo. Y si algo tiene la remolacha es mucho hierro. Por eso aporta dureza, tenacidad, resistencia, resiliencia (capacidad de las personas de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas), y, sobre todo, fuerza (fortaleza en el ánimo).

Por último, hablaros de otro aspecto característico, fundamental y muy evidente de la remolacha: su dulzor, que en el plano psicoemocional se corresponde con la dulzura. La dulzura entendida como bondad, como cariño, como amabilidad, como delicadeza... como amor. Y de ahí, precisamente, surge el poder de la remolacha para compensar en la balanza esas emociones humanas que pueden englobarse dentro de la amargura y que pueden desequilibrar sobremanera al ser humano. Esa amargura que es incomprensión, que es humillación, que es abandono, rechazo, maltrato, abuso, frustración... Emociones que podrán verse desplazadas, o cuanto menos atenuadas, ante la reconfortante ingesta de un alimento tan maravilloso como este.

Que la disfrutéis.

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