Cuando miro a mi alrededor, me doy cuenta de que todo aquello que alcanzo a ver está sujeto a un principio de transformación de primer orden: las galaxias, los sistemas estelares y el propio planeta Tierra... Todos ellos evolucionan. A lo largo de los eones, los continentes se expanden y reconfiguran en el mapamundi, las estaciones se suceden alternativamente durante el año, la noche sigue al día, el día a la noche... Todo en un ciclo perpetuo en el que también mudan las sociedades, las ciudades, los edificios, los medios de transporte y de comunicaciones, la tecnología, la ropa que vestimos...
Todo cambia. Es Ley de Vida.
Por eso, lo que yo soy como ser humano, como persona y como hombre también cambia con el transcurso del tiempo. Si yo no busco ese cambio, esa transformación, siento cómo la vida me impele hacia él. Si lo busco, la vida se aquieta y calla, enmudece...
Todo en mí tiende al cambio: mi manera de ver las cosas, mi modo de pensar, incluso mi forma de sentir y de amar, cambian conmigo, se transforman, evolucionan...
Lo que antes me servía, ahora ya no.
Lo que antes no me era útil, ahora sí.
Y cada día que vivo en este mundo, y en esta época, se me brinda, lo siento, como una oportunidad perfecta para conocerme mejor, para aprender, para crecer, y, por su puesto, ni que decir tiene...
...para ser más feliz.
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