Congruencia

Tal como podéis apreciar en la foto (clicar para agrandar), cada clavija del teléfono móvil requiere de un conector específico. Me explico: cuando insertamos el jack de 3,5 mm (cilíndrico) en el conector redondo podemos escuchar música. Y cuando conectamos la clavija miniUSB en el suyo podemos, por ejemplo, transferir fotos del móvil al ordenador. En ambos casos, existe congruencia, y, por tanto, podemos alcanzar nuestros objetivos. Pero si intentamos introducir el jack de 3,5 mm en el puerto miniUSB o la clavija de miniUSB en el conector de auriculares, entonces, no hay congruencia, y no podremos lograr nuestros objetivos: escuchar música y transferir fotos.

Una gran parte de los conflictos (tanto internos como externos) que experimenta el ser humano están íntimamente ligados con la falta de coherencia entre pensamiento, palabra y acción.

PENSAMIENTO-PALABRA-ACCIÓN

Por ejemplo: si yo soy comercial y me dedico a vender la mejor licuadora del mundo, la que mejor conserva las vitaminas y la que mejor extrae el jugo de los vegetales (en definitiva, vendo salud), pero después de mis reuniones de ventas fumo, bebo alcohol y duermo poco por las noches, entonces estoy incurriendo en una incongruencia, porque mis acciones no se corresponden con mis palabras ni con mis pensamientos. Así pues, no debería extrañarme que a pesar de haber aprendido un excelente márquetin, no consiga vender suficientes licuadoras como para ganarme la vida dignamente. Porque por maravillosas que sean mis técnicas de persuasión, hará falta algo más. Algo que mis clientes potenciales serán capaces de percibir de forma instintiva cuando yo esté delante de ellos: mi grado de congruencia. Y esa es la diferencia, abundando en este ejemplo, entre un charlatán que sólo quiere vender, a toda costa, y una persona que está entusiasmada con lo que vende (porque a ella le viene fenomenal) y que te convence simplemente con la pasión y la seguridad que te transmite la narración de su propia experiencia.

Pensar una cosa pero decir algo distinto a lo que pensamos. O bien, decir una cosa pero hacer algo diferente. Eso no es ser coherente. Y eso implica una falta de congruencia en nuestras vidas.

¿Y qué sucede si falta congruencia en nuestras vidas?

Pues el inconveniente de caer en la incongruencia es que ésta genera, a su vez, un conflicto. Entendiendo conflicto como esa falta de alineamiento entre lo que somos/pensamos y lo que manifestamos exteriormente.

El conflicto, por su parte, tenderá a manifestarse en nuestras vidas en forma de una situación o de una circunstancia más o menos desagradable que nos afecte directamente (síntoma, enfermedad, accidente, contratiempo, etc.). Por consiguiente, para recuperar la armonía perdida hará falta alinearnos con nosotros mismos e incrementar nuestro grado de congruencia.

Hasta que ese conflicto materializado se disipe y desaparezca de nuestras vidas.

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