En mis observaciones a lo largo del tiempo he podido comprender que los alimentos no son solamente algo físico: un conjunto de vitaminas, minerales, aminoácidos, etc. También son un símbolo. Y las atribuciones de ese símbolo vienen dadas por las propias características físicas del alimento (Como es arriba es abajo; como es abajo es arriba).
El pan requiere de la cocción en un horno. Lo que implica calor. Un calor intenso y continuado hasta que la masa adquiere forma, volumen y consistencia. Y de esa circunstancia es de donde el pan, como símbolo, adquiere y encarna la cualidad de la calidez.
Asimismo, una vez cocido, sobre todo cuando acaba de salir del horno, el pan, además de cálido, es tierno, muy tierno.
La calidez y la ternura. Eso simboliza el pan. Nada más y nada menos.
Son emociones tan reconfortantes para un ser humano que cuesta encontrar alguno que pueda resistirse a la tentación de un trozo de pan caliente recién salido del horno.
Me consta que muchas personas preguntan en las tiendas o en las panaderías a qué hora va a salir del horno el pan para comprarlo cuando está recién hecho y aún caliente. Cosa que no me sorprende en absoluto.
Ni me extraña que algunas personas se declaren incapaces de comer sin pan. De hecho, conozco gente que lo come acompañando, prácticamente, cualquier alimento. Pero, como en todo, los excesos delatan desequilibrios o carencias. Y la búsqueda compulsiva del pan en las comidas, la necesidad imperiosa de comerlo constantemente, pone de relieve que la persona está necesitada, especialmente, de calor y de ternura.
Y es que muchas veces, los alimentos desempeñan una función supletoria de la realidad. A través de ellos, en el plano alimenticio, algunos seres humanos buscan aquello que no alcanzan en el plano de la realidad. Lo que suele desembocar en desequilibrios orgánicos, más tarde o más temprano. Porque un exceso de pan, aunque sea integral, ecológico y de espelta, tampoco es saludable.
En el término medio está la virtud. Una cualidad humana que también podemos potenciar a través de la alimentación, siempre y cuando esta sea equilibrada. Y entretanto, seguir disfrutando de la calidez y la ternura.
Pero no sólo de las que nos proporciona un trozo de pan...
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