Yo diría que todos los seres humanos albergamos un enorme potencial de influencia sobre los demás. Un potencial que muchas veces se utiliza como herramienta de manipulación para subyugar a las personas, doblegándolas ante nuestros intereses (o los de terceros). Sin embargo, ese potencial al que aludo, perfectamente puede emplearse de forma constructiva, por ejemplo, para alentar a una persona decaída, triste o deprimida.
Tal como yo lo veo, lo primero que hay dentro de una persona triste es un sentimiento, mezcla de abatimiento, pesar, confusión y derrota (o impotencia). Todo ello es como una masa densa y oscura que constriñe las entrañas y que, por así decirlo, ahoga a quien lo sufre. De ahí surge la primera necesidad de una persona entristecida: desahogarse.
Esto requiere de un interlocutor que esté dispuesto a escuchar y que sea capaz de focalizar su atención para poder, en la medida de lo posible, ponerse en la piel del otro (comprensión).
Sentir que ese nudo interno se deshace y que a tu lado hay alguien que te está atendiendo ya produce una sensación de alivio inmediato. Luego, no viene nada mal en estos casos el contacto físico, porque es muy frecuente que el sentimiento de tristeza vaya acompañado de otro no menos penoso: el de soledad. Y la soledad empequeñece en cuanto nos sentimos arropados.
Por último, escuchando a nuestro interlocutor, viendo su situación desde fuera, es posible que acudan a nuestra mente algunas claves que podamos transmitirle para que pueda salir de su estado... o puede que no, pero en cualquiera de ambos casos siempre podremos decir unas palabras de aliento:
- Ya verás como todo se resuelve.
- Estoy aquí, a tu disposición, para lo que necesites.
- No dudes en llamarme si te apetece contarme algo.
- Si se te ocurre alguna manera de que pueda ayudarte, cuenta conmigo.
Cuesta tan poco decir cualquiera de ellas...
Es muy posible que estas u otras frases parecidas disuelvan, o, cuanto menos, atenúen ese sentimiento de soledad. A fin de cuentas, estar pasando por un mal trago y saber que tienes a alguien cerca que se interesa por ti, que te escucha, que te expresa su cariño, su aprecio, y que te acompaña en tu proceso puede suponer una enorme diferencia entre hundirse aún más en la miseria o abrir la puerta de la esperanza y de la confianza y ver la luz al final del túnel.
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