"Ojos que no ven, corazón que no siente".


Una de las consignas del capitalismo salvaje es: Mínima inversión, máximo beneficio. Un hecho que se puede constatar debido a la gran cantidad de empresas y multinacionales que, en connivencia con algunas autoridades gubernamentales, buscan obtener la mayor rentabilidad posible mediante la venta de sus productos o servicios... aunque eso pueda amenazar la integridad o la salud del consumidor. Al menos, en determinados casos.

A propósito de los productos cárnicos, podríamos decir que la gente está ya muy acostumbrada a ir al supermercado y comprar las ofertas más baratas. Un acto cotidiano en el que el consumidor, normalmente, no se para a pensar en cómo puede ser que un quilo de pollo o un litro de leche, de ciertas marcas puedan resultar tan baratos en comparación con los de otras.

No hay truco, pero sí una explicación: ganadería industrializada. ¿Y en qué consiste esto? Pues en fabricar pollos, por ejemplo, como si fueran teléfonos móviles, coches o bombillas, es decir, en una cadena de montaje. O dicho de otro modo: tratar a los animales como si fueran objetos sin capacidad para sentir (sensibilidad). Sin embargo, toda persona que haya tenido alguna relación de proximidad con animales sabe sobradamente que éstos comparten con nosotros, los seres humanos, la capacidad para experimentar placer y dolor, o la alegría y el sufrimiento. 

Si una persona viviera en un entorno salvaje y decidiera comer carne por pura necesidad, a poco que dicha persona tuviera un mínimo de sensibilidad, cazaría un animal procurando que, por compasión, sufriese lo menos posible. Simplemente, porque eso mismo es lo que ella desearía: morir sin sufrimiento llegado el momento.

Probablemente, en un futuro lejano, la Humanidad prescinda totalmente de la caza y de la crianza de animales para su consumo, pero hasta que ese día llegue, haríamos bien en comprar productos cárnicos que provengan de granjas y no de fábricas. Y no ya sólo por una cuestión de salubridad (es mucho más saludable un pollo de granja que uno de una fábrica) o de sostenibilidad (la ganadería industrial requiere de una enorme cantidad de recursos y es altamente contaminante) sino por una cuestión de ética y de respeto a todas esas criaturas sensibles.

Para que os hagáis una idea de todo esto que os comento, os invito a que veáis el siguiente vídeo... y que saquéis vuestras propias conclusiones. En mi humilde opinión, estas imágenes hablan por sí solas.

Añadir que aunque en determinados momentos se observan trabajadores asiáticos en el vídeo, los procedimientos de mecanización que se siguen en las industrias de crianza de animales son prácticamente iguales en todos los países desarrollados, y ni que decir tiene que son muy estresantes y traumáticos para los animales.

Para muestra, un botón.

La surconsommation from Lasurconsommation on Vimeo.

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