Quiero pensar que cada vez menos, pero, alimentada por cierto número de personas y determinados sectores reaccionarios, todavía persiste en nuestra sociedad la idea de que el sexo y lo que gira en torno a él es un acto sucio, pecaminoso, o, cuanto menos, algo de lo que uno podría llegar a sentirse avergonzado.
Probablemente, una mayoría de lectores de Saliment no veáis así las cosas, pero incluso es fácil escuchar a gente con una mentalidad abierta y progresista utilizando ciertas expresiones del lenguaje coloquial que delatan una óptica propia de un pasado tan rancio e intimidatorio como contraproducente.
Por ejemplo:
- Si te dedicas a ver películas sucias, háztelo ver. Igual estás enfermo.
¿Realmente es tan penoso que una persona pueda obtener un estímulo sexual viendo de vez en cuando películas en las que otras practican sexo explícitamente?¿Por qué decimos que algo que nosotros mismos hacemos, y que nos resulta placentero, es sucio si lo hacen otros?
- He pillado a Miguelito haciendo cochinadas con Martita.
¿Es una cochinada que un niño pequeño, movido por la curiosidad, le dé espontáneamente un beso en la boca a una compañera del cole con consentimiento de ésta? ¿Podemos considerar que eso es una cochinada?
- Menganita es una guarrilla. Cada vez que me la encuentro la veo va con un chico diferente.
O sea, si es un hombre el que cada semana va con una mujer diferente, es un machote. Y si eso mismo lo hace una mujer, es lo peor del mundo; y además es sucia. Si verdaderamente aún existen personas que ven la realidad así, bien harían en rascar un poco dentro de sí mismas para averiguar el porqué de una conducta tan extremadamente sexista y discriminatoria.
- No sé cómo puedes ir por ahí con esos escotes y con esas minifaldas. Pareces una buscona.
Tengo la sensación de que muchas veces son quienes hacen esos comentarios los que tienen la mente llena de suciedad... o de envidia.
- ¿No les dará vergüenza a esos dos, dándose el lote en plena calle?
Es curioso: vivimos en un mundo donde la violencia se muestra a menudo de una forma descaradamente obscena ante los demás, y, sin embargo, algunos siguen pensando que debemos ocultar, esconder o disimular nuestra expresión del amor o del afecto hacia nuestros semejantes.
Personalmente, y si de lo que hablamos es de sexo, pienso que tan poco saludable es la represión, la coacción o el condicionamiento como el desenfreno absoluto. Podría compararse esta idea a un hecho bastante típico: el de esas personas que so pretexto de decir siempre lo que piensan jamás se muerden la lengua, pudiendo molestar u ofender fácilmente a otras con sus desmedidas palabras. Porque una cosa es sinceridad y otra muy distinta es caer en la falta de respeto. Y tan valiente es saber decir lo que uno piensa como inteligente y prudente es en otros momentos o circunstancias saber callar a tiempo.
Igualmente, entiendo, sucede en el sexo: la libertad individual sólo debería estar acotada por el respeto a los demás, es decir, que ninguna persona forzara o condicionara a otra para hacer algo en contra de su voluntad. Pero claro, según esta premisa bien podría darse la circunstancia de que en una playa no nudista una persona decidiera tomar el sol desnuda; y alguien podría sentirse molesto por ello. Pero, digo yo, en un caso como ese, ¿dónde está lo inapropiado? ¿En la persona que se desnuda o en la que la observa con prejuicios? A fin de cuentas, si alguien se siente incómodo con la visión de un cuerpo desnudo o con un pronunciado escote, siempre tendrá la opción de no mirar.
Por lo demás, habida cuenta de que nuestra realidad se va gestando a cada instante con aquello que creemos, convendría no olvidar el tremendo poder creador de nuestras palabras, y tener claro si queremos vivir en una realidad en la que el sexo siga siendo algo sucio o vergonzante, o bien una vía para amar, para comunicarnos y para expresarnos capaz de potenciarnos y elevarnos hasta lo más alto... a través de muy distintas formas y opciones.
Todas ellas muy respetables.
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