Retrato simbólico-patológico de España

Cuando se conocen los entresijos y la dinámica del mundo de los símbolos no resulta muy difícil comprender cómo es la vida de una persona atendiendo a los medicamentos que consume. Y por la misma regla de tres, tampoco resulta difícil hacer lo propio con un país. Y es que la simbología resulta reveladora, sobre todo a la luz del Principio de Correspondencia (Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba). Veamos por qué:

Los que siguen a continuación, clasificados por sus indicaciones, y por orden de importancia, son los medicamentos más consumidos en España. A la derecha de cada uno de ellos indico el conflicto psicoemocional que afecta a quienes los consumen:

- Analgésicos. Aquí el conflicto es el dolor. Las situaciones que duelen. Aquello que nos hacen los demás... y que nos duele en el alma... o en el corazón. Y cuando el dolor del alma se repite y/o se intensifica, entonces termina precipitando en lo corpóreo.

- Inhibidores de la agregación plaquetaria (aspirina). Se prescriben a muchos españoles para prevenir la formación de trombos o coágulos en las arterias y poder así evitar posibles afecciones cardiovasculares, como embolias o infartos. El conflicto de fondo tiene que ver con los obstáculos que me impiden o dificultan mi fluidez en la vida (con los acontecimientos=adaptabilidad), y, sobre todo, en la expresión del amor (hacia uno mismo y hacia los demás). Porque el corazón se colapsa cuando reprimimos o limitamos la natural expresión del amor que nace de él (cuando nos falta corazón).

- Antibióticos. Pueden verse como la salvación ante determinadas enfermedades infecciosas, pero desde el ángulo de la medicina natural el abuso de estos fármacos comporta la destrucción de la vida (anti-biótico=en contra de la vida). Es un fiel reflejo de cómo las personas en general, y los españoles en particular, afrontamos lo que nos estorba: destruyéndolo. Cuando de lo que se trata es de crear las condiciones adecuadas para que esos enemigos hostiles (bacterias, gérmenes, etc.) no proliferen en nuestro organismo. Y la mejor forma es manteniendo nuestro cuerpo lo más limpio posible (por dentro) y potenciando el valor, la determinación, el espíritu de lucha y la asertividad, ya que éstos son los valores que aumentan nuestras defensas y las mantienen en su sitio. Personalmente, soy más partidario de los probióticos (pro-bióticos=a favor de la vida).

- Tranquilizantes, antidepresivos y somníferos. Corrigen de manera superficial aquellas facetas de nuestra persona que provocan incomodidad o infelicidad (nerviosismo, conciencia intranquila, ansiedad, tristeza...). Vienen a paliar nuestra tendencia a perder la calma, o ayudan a sobrellevar la falta de empuje y de determinación para tomar decisiones y afrontar retos (depresión), el anhelo de ser nosotros mismos y de alcanzar esas cosas que nos llenarían (ansiedad) y la ira no canalizada (tristeza).

- Antidiabéticos. En este caso, el conflicto de fondo de la sociedad es la falta de dulzura (hacia uno mismo y hacia los demás). Sobra amargura y falta dulzura, falta abrir el corazón y dar afecto, cariño, ternura.

- Antiinflamatorios. Hay muchas situaciones que nos hinchan o que nos queman (flamma en latín es llama), y el antiinflamatorio viene a corregir esa anomalía tan desagradable, y a veces tan recurrente en la vida de tantas personas (Me estás calentando, Me estás hinchando, Me quemas).

Los medicamentos, en el mejor de los casos, pueden mejorar o paliar una condición patológica, pero en ningún caso sanan el conflicto, y el conflicto que vive el individuo es siempre la raíz de sus afecciones y enfermedades.

La CURACIÓN (con mayúsculas) de la sociedad española (y en buena parte, de la mundial) pasa por un trabajo de crecimiento personal, por cambiar esas facetas de nuestras vidas que sólo nosotros podemos mejorar, potenciando y cultivando lo mejor de nosotros mismos para:

- evitar que nos duelan determinadas situaciones que nos hacen daño,
- fluir con la vida y hacer más las cosas con el corazón,
- crear en vez de destruir,
- expresar la dulzura, el cariño y la ternura;
- cultivar la tolerancia y la comprensión hacia nosotros mismos y hacia los demás.

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