Nuestro cuerpo genera un tipo de jugo gástrico específico (más o menos ácido o alcalino), y en una concentración determinada, para cada alimento que ingerimos en una comida. Si nosotros bebemos una cierta cantidad de líquido, aunque sea agua, diluimos ese jugo, y éste pierde su eficacia. En este caso, la digestión tenderá a retardarse y los alimentos a fermentar, provocando toxinas (y engordando a quien tenga tendencia a ello). Peor todavía es beber líquidos distintos al agua, ya que los azúcares y los alcoholes interfieren muy negativamente en los procesos digestivos.
Una persona suele beber líquidos en la comida por dos motivos fundamentales: para aplacar su sed y para ayudar al bolo alimenticio a que descienda por el esófago. Sin embargo, una masticación a conciencia puede terminar con ambas necesidades.
Si los alimentos se mastican y se ensalivan adecuadamente no tendrán ninguna dificultad en descender por el esófago, y al llegar bien triturados al estómago no fermentarán ni derivarán en toxinas, con todos los inconvenientes que eso supondría.
Conste que yo no esoy diciendo que haya que pasar sed en una comida. Lo que afirmo es que una masticación suficiente disminuirá enormemente la necesidad de agua, y que eso redundará beneficiosamente en la salud.
Por otro lado, si lo que uno come es pizza o pan tostado será fácil que sienta sed, por muy bien que mastique, pero incluso en estos casos lo mejor es beber agua a sorbos pequeños, en vez de tomar grandes cantidades de golpe.
Desde luego, si una persona acostumbra a beber tres o más vasos de agua en una comida no deberá extrañarse si termina padeciendo algún tipo de problema digestivo (digestiones lentas, acidez, gases) o si engorda.
En fin, se trata de un hábito más que a primera vista pudiera parecer que carece de importancia, pero que tras meses o años de costumbre puede hacer pagar un precio, incluso elevado, a quien lo ponga en práctica.
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