Sinceridad

Si el hecho de encontrarnos con una persona muy sincera nos llama la atención (a veces, profundamente) es que algo falla en nuestra sociedad.

Desde luego, no estamos hablando de una cualidad muy común, pero sí, curiosamente, de una que casi todo el mundo reconoce enseguida y valora enormemente (tal cual sucede con la humildad, por ejemplo).

Miente quien diga que nunca ha mentido. Seguro que todos lo hemos hecho más de una vez. Y la verdad es que me cuesta imaginar a una persona que siempre, siempre, siempre dijera la pura verdad. A lo mejor no viviría mucho tiempo...

Sinceramente (y nunca mejor dicho), no creo que decir alguna mentira ocasional tenga por qué ser un grave problema en la vida de un ser humano. Otra cosa es que la mentira, o la falta de sinceridad, marque la pauta en su día a día.

Me parece conveniente reconocer que detrás de la mentira siempre hay miedo. Es evidente. No podía ser de otra manera. Pero miedo, ¿a qué? Pues, obviamente, miedo a las consecuencias que pueda acarrear el decir la verdad.

Es decir:

Miedo a perder (un puesto de trabajo, por ejemplo).
Miedo a ser rechazado (por una persona que nos atrae).
Miedo a ser herido o a herir a alguien.
Miedo a que una relación se rompa.
Miedo a sufrir.
Miedo a morir.

Etcétera, etcétera...

De todo esto, ya podemos entresacar alguna conclusión, como que la cantidad de mentiras que dice una persona es directamente proporcional al miedo que posee. Un principio que, perfectamente, se puede extrapolar del ámbito individual al colectivo, dándonos cuenta al hacerlo de que, por ejemplo:

  • Existen partidos políticos que mienten sistemáticamente para obtener posiciones ventajosas respecto de los demás partidos.
  • Existen gobiernos que mienten para satisfacer sus propios intereses (como obtener petróleo, por ejemplo) o so pretexto de salvaguardar su integridad nacional.
  • Existen multinacionales que mienten descarada y vilmente a través de los medios de masas, para así poder obtener sustanciosos beneficios con las ventas de sus servicios o productos.
Sinceridad, pues, es término que se contrapone a miedo. Y es que la sinceridad es una de las facetas del amor. Por eso, la persona sincera es valiente y confiada, porque:

  • No tiene miedo de perder (consciente de que siempre se tendrá a sí misma).
  • No teme ser rechazada (quizá no le guste, pero sabrá asumirlo, o, cuanto menos, sobrellevarlo dignamente).
  • No teme ser herida porque antepone el conocimiento de la verdad al dolor de saberla. Y no teme herir porque se sabe delicada y considerada con los demás, y porque no se siente culpable de que los demás puedan sentirse heridos al decirles amablemente la verdad.
  • No teme que una relación se rompa porque antepone su propia felicidad al hecho de mantenerla cuando ya se ha agotado el amor o cuando ya no es posible la convivencia con la otra persona.
  • Puede que tema sufrir, pero se sobrepondrá a ello en pos de un posterior y más alto bienestar.
  • Quizá tema morir, pero tal vez ame aún más la vida y la libertad. A fin de cuentas, las mentiras siempre implican una cierta esclavitud (pues requieren de una memoria prodigiosa para no desmoronarse cuando son cuestionadas).
En todo caso, os propongo un reto: sustituir algunas mentiras que tuvierais intención de decir por sinceras verdades.

Os aseguro que con el tiempo se le va cogiendo el gusto.

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