Conozco a muchísima gente que ha decidido dejar de comer carne (porque ya no le apetece o bien porque le produce rechazo), decantándose más por el pescado, el cual consumen con cierta regularidad. Algunos argumentan que es más saludable que la carne, a lo cual tendría que hacer algunas objeciones.
Tanto la carne como el pescado son alimentos muertos (sé que suena fatal, pero es la pura verdad, además de un hecho más que obvio). Y alguien podrá decir: una patata cocida también es un alimento muerto, lo cual es cierto. Sin embargo, lo que diferencia una patata cocida de un bistec crudo, además de la vitalidad inherente de ambos (muy superior en la patata), es la carga tóxica que comporta cada uno. Para que una patata cocida comience a descomponerse necesitaría varios días (puede que incluso semanas) fuera del frigorífico. Sin embargo, un trozo de carne o un pescado recién sacado del mar comienzan a descomponerse en el preciso instante en que el animal deja de vivir, y a un ritmo muy acelerado, de no ser que se sometan a un proceso de conservación específico (como la congelación, por ejemplo). Y es ese proceso de descomposición, más o menos acelerado, el que determina su carga tóxica. Fijaos que si pescáis un pez y lo dejáis sobre un plato en una habitación cerrada, la habitación comenzará a oler intensamente a pescado en muy pocos minutos. Eso jamás ocurriría con una patata cocida, o con una zanahoria que se saca del huerto.
Por eso las culturas más antiguas del planeta han recurrido frecuentemente a determinadas prácticas para reducir o contrarrestar la carga tóxica que implica el consumo de pescado. Por ejemplo, el típico wasabi japonés, que se añade al pescado crudo (una salsa elaborada con un rábano ultrapicante que posee un tremendo poder antibiótico y antiséptico), lo que limita la proliferación del microorganismos patógenos. O el típico chorro de limón (un poderoso desintoxicante y antibiótico) sobre el pescado en la cultura mediterránea.
Alimentarse equilibradamente tiene mucho que ver con el sentido común, y es de sentido común consumir un tipo de pescado que se críe cerca de donde uno vive (no en Terranova, por ejemplo), y preferiblemente de un tamaño pequeño o mediano antes que grande (los peces grandes son los que acumulan más tóxicos, como el mercurio o el cadmio), y mejor un pescado no graso (propio de la cuenca mediterránea).
Por supuesto, mucho mejor un pescado recogido en alta mar que cerca de la costa (máxime si en ésta hay núcleos urbanos o industriales); y mucho mejor un pescado de mar o de río (no contaminado) que uno de piscifactoría. Fundamentalmente, porque los peces de piscifactoría suelen comer piensos sintéticos o elaborados con restos de otros animales (harinas de pescado, por ejemplo), lo cual no es nada saludable; y pueden, asimismo, recibir estimulación en su crecimiento mediante hormonas.
Así pues, mis recomendaciones serían:
- mejor un pescado de una zona cercana al lugar donde uno habita,
- mejor un tamaño pequeño o mediano que uno grande,
- mejor un pez de mar o de río que uno de piscifactoría (los lugares donde se venden están obligados a indicar su procedencia),
- moderar in extremis el consumo de marisco (son animales carroñeros),
- el pescado al vapor es más nutritivo que el pescado al horno,
- evitar el rebozado (hace que sea más difícil de digerir, y así engorda),
- acompañarlo de vegetales, preferiblemente, una buena ensalada;
- el jengibre sería un complemento ideal para contrarrestar su carga tóxica (añadido a la ensalada que lo acompañe), o bien el propio wasabi (en cantidad muy pequeña, porque es superpicante).
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