Histeria e histerectomía

Desde el prisma de la Psicosomática, nada de lo que se manifiesta en el cuerpo es por casualidad. Todo, absolutamente todo, tiene un significado más allá de lo estrictamente físico (o fisiológico). Empezando por las palabras que definen las cosas. Luego, la experiencia de los años y el contraste con distintos individuos terminan confirmando que esto es así.

No son pocas las mujeres que se enfrentan al hecho, dramático para muchas de ellas, de que se les extirpe el útero y los ovarios, siendo que el criterio médico que se sigue para llevar a cabo esta cirugía puede ser el haber padecido un cáncer uterino, endometriosis, sangrado recurrente, dolor cervical, etc.

Conste, como he dicho en otras ocasiones, que a través de la Psicosomática jamás se juzga a las personas. Ahora bien, lo que sabemos a través de ella, objetivamente, es que los actos de esa persona han incurrido en inarmonía. ¿Por qué? Pues porque el resultado de esos actos ha derivado en enfermedad. Es decir, son inarmónicos porque van en contra de la esencia más profunda del individuo (luz, amor, libertad), y porque producen resultados inarmónicos (enfermedad, dolor, sufrimiento). A través de la Psicosomática, simplemente, se interpretan de una manera simbólico-metafórica los síntomas mediante un principio de correspondencia muy preciso. Y ese análisis es (debe ser) aséptico, directo y esclarecedor. Porque su cometido no es culpabilizar sino arrojar luz a la conciencia de la persona afectada, de tal manera que ésta disponga de una nueva y poderosa herramienta de comprensión (muy profunda) que le permita superar totalmente (desde la raíz, desde la actitud) la afección que le aqueja.

En el caso que nos ocupa, y por de pronto, nos encontramos con que las palabras histeria e histerectomía poseen un denominador común: la primera significa, literalmente, útero (ὑστέρα, en griego); mientras que la segunda, extirpación del útero.

La histeria, tal como la conocemos comúnmente (sin entrar en otras consideraciones psicológicas más complejas), es una reacción de ira o enfado desproporcionados (a veces, histriónicos) en relación con los hechos que la provocan.

No sorprende que la histeria genere una perturbación (cuando no, conmoción) en las personas del entorno de quien la manifiesta, pero es a su protagonista (como artífice de la misma) a quien afecta de una manera más directa y más trascendental.

Además, en esa expresión de histeria, puede haber, por ejemplo:

  • Dolor (emoción), que se transfiera al cuerpo posteriormente en forma, por ejemplo, de dolor cervical.
  • Una salida de tono, un estar fuera de lugar, un sacarle a una de sus casillas, que se transfiera al cuerpo posteriormente en forma, por ejemplo, de hemorragia (cuando la sangre se sale de su sitio).
  • Una visión de la realidad en virtud de la cual un suceso inicialmente pequeño termina haciéndose muy grande (hacer una montaña de un grano de arena), algo que se transfiera al cuerpo posteriormente en forma, por ejemplo, de tumor (algo que siempre comienza siendo pequeño y termina alcanzando un cierto tamaño).

Así pues, es la histeria, cuando se hace de ella una actitud repetitiva y marcada en la personalidad de la mujer (un hombre puede, por supuesto, ser histérico, pero jamás ese conflicto se transferirá a un útero, ya que no tiene), la actitud que más favorece las afecciones uterinas.

Pero también existen otros símbolos asociados a este fenómeno que conviene tener en cuenta a la hora de efectuar un análisis más profundo:

  • La propia expresión de la histeria inhibe la manifestación del polo femenino (dulzura, delicadeza, amabilidad, serenidad, comprensión, tolerancia). Y el útero es un símbolo inequívoco de feminidad.
  • El útero también simboliza la creatividad (es un creador de vida). Una creatividad también ahogada por la histeria, pues sería una actitud constructiva (creativa) la que le permitiría a la persona histérica poder afrontar esa misma situación que le exaspera de un modo alternativo (a la agresividad) y más armonioso.
Podríamos decir que la histerectomía elimina la histeria (útero), pero en el plano físico. Para curar la verdadera histeria (conductual), como para curar cualquier otra afección, trastorno o enfermedad, se impone la necesidad de un cambio de actitud. Y para cambiar de actitud primero hay que cambiar la forma que tenemos de ver las cosas.

La histeria (Yang) no se vence luchando contra ella (algo que no haría sino acrecentarla) sino potenciando, precisamente, esas cualidades que le son antagónicas, y que, de hecho, pueden contrarrestarla/disiparla: la dulzura, la amabilidad, la comprensión, la tolerancia, la serenidad... Unas cualidades, unos valores, que se erigen como una expresión neta del polo femenino (Yin) y que conviene aderezar con suficientes dosis de creatividad. La justa y necesaria para resolver las divergencias interpersonales desde la armonía y no desde la agresividad o desde el enfrentamiento agrio.

Las enfermedades uterinas, por tanto, se evitan en la medida en que una mujer, ante el conflicto, saca de su interior, de su esencia (nunca mejor dicho), lo mejor de sí misma: ese delicioso bálsamo que es la feminidad; y esa capacidad única (frente al hombre) y maravillosa de crear vida (en contraposición a la creación de muerte=destrucción, desencuentro, desunión).

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